En pleno siglo XXI, vivimos algo que ninguna generación debería experimentar: la guerra. Ya en el siglo pasado se vivieron dos de ellas de talla mundial que dejaron un doloroso recuerdo que aunque quisiéramos borrarlo de la memoria, lo tenemos presente una y otra vez, pues si no es un conflicto aquí, es otro enfrentamiento por allá.
Y esta vez fue Rusia la que empezó la conflagración con su vecina Ucrania, en su afán de apoderarse de territorios que ganaron su autonomía pero que sólo ha demostrado ser la punta del iceberg, pues al no poder hacerse de esas tierras, Vladimir Putin ya de plano amenazó a medio mundo con cortar el suministro de gas, del que Europa, principalmente, es el principal consumidor, lo que compromete al mandatario ruso, ya que esperó durante años para dar esta desagradable sorpresa y ahora tiene encima la crítica de la comunidad internacional.
Lo lamentable es que se han ensañado con la población civil, lo que a todas luces es un genocidio, aunque el mismo Presidente de Estados Unidos no se anime a llamarlo así sino crímenes de guerra, aunque que para el caso es lo mismo, pues tropas rusas han acabado con un pueblo entero y la comunidad internacional ha sido testigo del horror, ya que las calles de Bucha, un pueblo ucraniano, están plagadas de cuerpos de hombres y mujeres, de edades avanzadas pero también jóvenes y muchos niños.
Ese horror, de cientos de personas que murieron, muchas de ellas asesinadas por la espalda y con lo que llevaban puesto, y otros cuerpos tirados en las alcantarillas como si fueran basura, que guardando las comparaciones, es un escenario de violencia que lamentablemente los mexicanos están acostumbrados a ver desde que se le declaró la “guerra al narco” y que se ha agudizado con la actual política presidencial de “abrazos, no balazos”, pero bueno, esa es otra historia.
Las ansias del poder una vez más obnubilan la razón, ya que de antemano Putin sabe que ésta es una guerra que nadie va a ganar, pero que todos van a perder, porque nunca esperó que el Presidente ucraniano sí le diera respuesta y su Ejército ha impedido que se apoderen de ciudades clave.
Este conflicto atrae otros más, como por ejemplo la crisis de refugiados, pues miles de ucranianos huyen a países vecinos para escapar de las balas, pero muchos más han llegado hasta nuestro continente y en concreto a nuestro país, pues saben que es la puerta para ingresar a territorio estadounidense, donde les han prometido visas humanitarias.
Lamentablemente a esta guerra no se le ve fin ya que Rusia es una potencia mundial, y aunque a Ucrania su Presidente y su gente la han sabido defender, los mayores damnificados de este conflicto armado sin razón es el pueblo, tan vulnerable como siempre. Y lo que esta guerra nos demuestra, una vez más, es que no hemos aprendido la lección como humanidad.