¿A qué edad empiezan los hombres a tener problemas de disfunción eréctil? A la edad en que empiezan a hacer esa pregunta… Don Cucurulo cortejaba discretamente a la señorita Himenia, cuyo abril y mayo habían pasado ya, y su junio y julio estaban ya también de paso. Una tarde la visitó en su casa, y disfrutó el piscolabis que ella le obsequió: un par de copitas de vermú —o tres— y unos pastelillos que la anfitriona había comprado con sus propias manos. Animado por el condumio don Cucurulo depositó un casto beso en los labios de su invitadora. Le dijo: “Perdone el atrevimiento, amiga mía, pero un beso como el que le di es el murmullo del amor”. “Entonces gríteme” —pidió la señorita Himenia… “Con ésa me desayuno”, solía decir mi abuelo don Mariano cuando alguien le daba una noticia inesperada. Pues bien: López Obrador se desayunó ayer con la inverosímil noticia de que México no es de su propiedad. Una oposición consistente, unida y bien organizada le puso freno y evitó lo que habría sido un daño de extrema gravedad para el país. Ahora le es aplicable a AMLO el símil de la fiera que cuando se siente acorralada se vuelve aún más fiera. Ya amenazó con que “esto apenas comienza”, ominosa expresión que debemos interpretar en el sentido de que radicalizará más sus acciones y empleará todos los recursos a su alcance para cumplir su voluntad e imponer su idea de una nación donde el Estado cuenta más que la persona y donde un caudillo atenta contra las instituciones y viola flagrantemente la ley a fin de lograr sus objetivos. Tanto el Domingo de Ramos como el de Resurrección fueron días en los cuales AMLO se dio cuenta de que no la tiene tan fácil, y que hay frente a él fuerzas que lo resisten y le ponen alto aunque se crea el Altísimo. No obstante eso, quienes no comulgamos con la política populista, demagógica y absolutista de López debemos seguir en estado de alerta. Es peligroso un gobernante que califica de traidor a todo aquel que le presenta oposición o disidencia. Hoy por hoy AMLO se ve desesperado. Es evidente que cualquier tropiezo lo pone fuera de sí. Eso presenta riesgos para la República, sobre todo si se considera que al monarca de la 4T aún le queda tiempo para hacer más barbaridades. Sigamos protestando contra sus excesos. Los que hacen traición a México no son quienes se oponen a los métodos dictatoriales de López Obrador, sino quienes desde la estructura oficial apoyan sus acciones y participan en ellas… Doña Macalota, la esposa de don Chinguetas, visita con frecuencia a su mamá. La suya, quiero decir, no la de su marido, que a ésta le tiene odio jurado. (En cierta ocasión don Chinguetas le comentó a su señora: “Le voy a regalar a mi mamá un aparato eléctrico”. Preguntó doña Macalota con tono ácido: “¿Una silla?”. Bien dice el refrán: “Cuñadas, nueras y suegras juntas, ni difuntas”). Don Chinguetas aprovecha las ausencias de su cónyuge para dar libre curso a sus devaneos eróticos. Ayer nada menos regresó doña Macalota de uno de sus viajes y sorprendió a su casquivano cónyuge en situación más que comprometida con la vecina del 14. Es explicable que se enfureciera contra la mujer: Le espetó una palabra muy fea: “¡Putifarra!”, sin tomar en cuenta que la Academia no admite ese vocablo; sólo registra “butifarra”, que es cosa bien distinta: un embutido hecho a base de carne de cerdo y otros ingredientes que no menciono ahora por no venir al caso. Don Chinguetas sintió pena por el soponcio que estaba pasando la visita, y le dijo en tono reprobatorio a su mujer: “Cómo eres injusta, Macalota. Ella te presta su plancha cada vez que la tuya se te descompone”… FIN.
MIRADOR
Pienso que anoche me soñaste, Terry, amado perro mío, porque anoche te soñé y a ti.
Estábamos en la cabaña del bosque a la que tanto te gustaba ir. Habíamos salido a la terraza cuando los demás dormían aún. Era la incierta hora en que la noche ya no es casi noche y el día empieza apenas a ser día.
En eso llegó la maravilla: tres oseznos aparecieron frente a nosotros jugueteando. Les ibas a ladrar, pero te contuviste. ¿Quién les ladra a unos niños que juegan? En vez de eso meneaste la cola, que es el modo que tenías de sonreír.
Se fueron luego entre los pinos. Me miraste como preguntándome: “¿Viste lo mismo que yo?”. No nada más lo vi, Terry: lo sigo viendo en el recuerdo. Miro a los tres pequeños osos jugueteando y te miro a ti sonriendo a tu manera.
No quiero olvidar esto, Terry. No quiero olvidarte, ni quiero que me olvides. El olvido es la única muerte que existe. Sigamos recordando. Sigamos viviendo, los oseznos, tú y yo.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
“…Domingo de Resurrección…”
Bendito sea el Señor,
resucitó el buen Jesús,
y le cortaron la luz
al presidente Obrador.