Un año ha pasado de la espantosa tragedia que sacudió a México al colapsar las estructuras metálicas por las que circulaba la Línea 12 del Metro y que dejó una estela de sangre y destrucción, causando 26 muertos y decenas de heridos, muchos de ellos aún siguen padeciendo las consecuencias.
Lo que se sabe a estas alturas es que no se ha hecho justicia porque precisamente este día se anuncia que por cuarta ocasión consecutiva la audiencia para imputar a ocho ex-funcionarios y dos representantes legales involucrados en la tragedia fue diferida por el juez que lleva el caso, dando como nueva cita el 6 de junio.
Recursos legales van y vienen para que los responsables rindan cuentas, y aunque hay un ofrecimiento de parte de las autoridades sobre que no permitirán impunidad en el caso, tampoco le han dado el seguimiento que se merecen las víctimas, que quieren dejar atrás lo pasado porque es algo que les cambió la vida para siempre.
Duele saber que el origen del accidente fue un error humano, y que todo mundo, hasta la fecha, se echa la pelotita, cuando las autoridades bien saben qué pasó y por qué sucedió. Expertos han dado sus dictámenes y coinciden en que fue una falla humana la que originó el colapso, por daños en la construcción, pero también de mantenimiento.
Desgraciadamente no son pocas las obras de relumbrón que se hacen a la carrera, con materiales que dejan que desear por la poca calidad, pero que en su momento quien las ordena queda bien parado y con el reconocimiento público, pero cuando empiezan a presentar defectos en la estructura todo mundo se lava las manos.
En Aguascalientes varios casos se han registrado en cuanto a mala calidad de materiales, de mantenimiento y de, quizá, errores humanos, afortunadamente no ha pasado a mayores, pero de que hay casos, por supuesto que los hay, y se han hecho denuncias públicas para, precisamente, evitar que todo termine mal.
Puentes, edificios, carreteras, en fin, todo lo que lleve el factor materiales, construcción, la mano del hombre, todo es perfectible cuando se tiene voluntad y responsabilidad. Ya basta de que creamos que nadie actúa con dolo para que pasen este tipo de situaciones, sí es una negligencia no poner solución antes de los problemas, pues los afectados son, como siempre, los ciudadanos.
Reiteramos, duele que a 365 días del trágico evento los afectados no han recibido justicia, en cambio sí la pena de saber que sus familiares ya no pudieron regresar a casa, y los que sí pudieron hacerlo enfrentan serias secuelas físicas y mentales, mientras que los responsables siguen sin decir presente, mínimo por solidaridad.