Reconoce la Iglesia Católica de Aguascalientes a todas las mujeres madres por su noble y grande misión. Juan Espinoza Jiménez envió un saludo a todas las madres en las circunstancias que se encuentren. En su mensaje las exhorta a no dejar ser femeninas y madres, pero sobre todo a que sigan siendo orientadoras tiernas y firmes a la vez, sean o no valoradas lo suficiente, “pues estoy seguro de que la más grande satisfacción es saber que su vida no es inútil, sino un destello del amor y de la chispa divina que la contemplan y la gozan sus hijos, que el Señor les recompense lo que nosotros sus hijos ni podemos ni siempre nos esforzamos por hacerlo. Mamás de esta querida Diócesis de Aguascalientes, reciban de su Obispo un abrazo, mi respeto, mi admiración y mi agradecimiento”.
“A ustedes, madres preciosas, a quienes con su amor sin límites, con su abnegación y entrega total se convierten en estrellas luminosas para marcar a sus hijos una senda segura, se convierten en ángeles custodios que nunca se cansan de pedir a Dios por el bien de sus hijos; en maestras que forman, educan, consuelan y también hacen brillar en sus ojos lágrimas por penas o por reflejar alegrías, hago un reconocimiento a todas ustedes, madres, por su noble y grande misión”.
En su mensaje, el representante de la Iglesia reconoció en primer lugar a a las madres cuyos inviernos han dejado su cabeza blanca, a las que formaron parte de la generación que combinó solidez y ternura, que supieron continuar con la herencia de sus mayores y que con respeto cuidaron la herencia de la fe y la transmitieron.
“Sé que ahora están cansadas, tal vez con enfermedades por haberse gastado generosamente, pero estoy seguro que Dios les tiene un lugar muy particular por su corazón generoso y fecundo. A ustedes, madres adultas y abuelitas, les invito a que sigan siendo cimiento y fortaleza para las nuevas generaciones, que a veces no sabemos cómo afrontar la vida como lo supieron hacer ustedes. ¿Qué les puede decir un hijo a las madres que ahora afrontan el calor del mediodía y el desafío del acompañamiento y la educación, a aquellas madres de la turbulenta adolescencia y del cuajar de la juventud?”.
A las que hoy son asediadas por preguntas sin respuestas, retos y desafíos de los hijos en crecimiento, a las que crecieron en el juego sencillo de las tardes y tienen hijos de ustedes y de la tecnología, a quienes les toca luchar contra la ideología de género y de la unión libre, a ustedes que quieren seguir el ejemplo de sus mamás y se encuentran con una generación obediente a las dictaduras externas pero indiferentes a sus palabras, que nunca se imaginaron de la debilidad de las instituciones y que se sienten solas en la aventura del acompañamiento, entre el tumulto de tantas voces que ensordecen y dictan su “verdad amañada”. A ustedes, que pareciera que no tienen a dónde ir porque todo parece hacerse añicos.
A las madres de adolescentes y jóvenes que han tenido que jugar dos papeles sin haberlos buscado. “A ustedes les invito a que resistan a la tentación de ceder porque no se puede luchar contra el mundo”.
Dirigió una palabra a las que comienzan a ser madres, que nacieron cerca del dos mil, cuya infancia pasó casi sin advertirla, porque les ha tocado el torbellino de nuestro tiempo. A ustedes que les ha tocado la tierra movediza, sin certezas y sin asideros, a ustedes que son jaladas por tantas fuerzas, a ustedes que las llaman de todas partes para que se unan a las manifestaciones contra lo establecido y lo natural, que les ha tocado formar parte de la generación del malestar y del desencanto, a ustedes que las invitan a rebelarse contra la misma naturaleza para inventar una nueva a nuestro capricho, que les ha tocado crecer en la negación de lo femenino, de la religión y de los sacramentos.
Finalmente, reconoció a las madres que, en su cama, en su silla de ruedas o en su caminar cansado dejaron todo por darnos la vida. A todas aquellas cuya palabra ha quedado agotada y que hoy hablan con su debilidad física. “A ustedes les saludo con gran admiración, cuya fortaleza es la plegaria sin palabras, porque el tiempo y la enfermedad les ha arrebatado casi todo y han quedado casi en blanco, generación casi extinta, riqueza de nuestra fe y nuestra cultura. A ustedes, mamitas, les agradecemos y pedimos disculpas por dejarlas con la única compañía de sus sueños y plegarias para que nos vaya bien”, concluyó.