Es más difícil preguntar que responder. No cualquiera hace una pregunta inteligente, como la de aquel cazador cuya comadre se enteró de que iba a salir de cacería. Le pidió al hombre: “Compadre: si mata usté un venado ¿me separa una pierna?”. Inquirió con sugestivo acento el cazador: “¿Y si mato dos?”. Pregunta bastante tonta en cambio, fue la de aquel niño que le preguntó a su mamá con tono de justicia social. Pero, un momento. ¿Qué es eso de “justicia social”? En la Ciudad de México, a mediados del pasado siglo, un justicia social era un vendedor de periódicos. Se les llamaba así a los que en las calles voceaban los diarios porque su sindicato los hacía llevar una playera con el logotipo del partido oficial y la inscripción “Justicia Social”. Pues bien: aquel niñito le preguntó a su madre con voz y tono de justicia social, es decir de voceador de periódicos: “Oooye mamaá. ¿Por qué caaada vez que pasa el vendedor de periódicos mi paapá se le queda viendo muy feeo?”. También hay preguntas traviesas, por no decir aviesas; “¿Quién en la iglesia es torcaza / y en su casa es avestruz? / Joaquín Arcadio Pagaza / obispo de Veracruz”. Se decía eso de Su Excelencia porque en los oficios religiosos mostraba humildad y mansedumbre, en tanto que en el palacio episcopal vivía entre grandes lujos y elegancias principescas. Viniendo a nuestra época -por fuerza hay que venir a nuestra época, aunque sea con reluctancia- diré que sólo si me llevan a punta de bayoneta asistiré a una de las comparecencias mañaneras de López Obrador. Pienso que de ellas salen miasmas que inficionan a toda la República, ya sea en la forma de costosas ocurrencias, de mayúsculas falsedades o de diatribas en contra de quienes el Caudillo de la 4T considera sus enemigos. Además, como decía el marqués de Bradomín, un caballero se levanta temprano sólo para ir de cacería o para batirse en duelo. Pero si alguna vez me veo forzado a estar en una de esas “conferencias de prensa” arregladas al modo del conferencista le haré una pregunta que muchos mexicanos se hacen. ¿Por qué jamás toca ni con la pluma de una gaviota a Enrique Peña Nieto, siendo que es el presidente más tocable de todos los de estos últimos tiempos? No sé si esa pregunta sea inteligente, tonta o aviesa, pero sí sé que es una pregunta interesante. El duque Sopanela iba por la rúa -él no usa la palabra “calle”, que considera callejera- con sus guantes de cabritilla en una mano y su bastón de junco en la otra. Se le acercaron dos arrapiezos, muchachillos del pópulo, y uno de ellos le preguntó la hora. Consultó el duque su reloj de bolsillo con cadena de oro y respondió, magnánimo: “Falta un cuarto para las 12, niño”. Le dijo entonces el otro granuja: “A las 12 en punto vaya usted a tiznar a su madre”. Y los dos indecentes mocosos escaparon a todo correr al tiempo que proferían grandes risotadas de burla. El duque Sopanela se indignó por aquel ultraje a su prosapia, y fue con pasos presurosos hacia el gendarme de la esquina. “Aquellos chamacos que van allá -se quejó- me preguntaron la hora. Les contesté que faltaba un cuarto para las 12, y me dijeron que a las 12 en punto fuera yo a tiznar a mi madre”. Le contestó el jenízaro: “¿Y por qué se apura tanto, señor? Todavía faltan más de 10 minutos”. El joven reportero escribió su nota: “Nuevo caso de violencia de género. Un individuo golpeó a su esposa en las tetas”. El jefe de redacción leyó aquello y le dijo al muchacho: “Esa expresión, ‘las tetas’, es muy cruda. Busca otra forma menos malsonante de decir lo mismo”. Escribió entonces el reportero: “Nuevo caso de violencia de género. Un individuo golpeó a su esposa en las (.) (.)”. FIN.
MIRADOR
Aquel hombre tuvo un sueño.
Soñó que había nacido.
Soñó que tenía padre y madre.
Soñó que había sido niño, y que con otros niños fue al colegio, y con ellos, y sus hermanos y sus primos jugó en la plazuela de su pueblo.
Soñó que fue a la universidad y ahí estudió una carrera.
Soñó que tuvo varias novias, y que conoció mujeres con las que hizo el amor.
Soñó que con una de esas novias se casó y tuvo hijos.
Soñó que hizo una casa para vivir con ellos.
Soñó que sus hijos le dieron nietos.
Soñó que se hizo viejo, y que finalmente
murió.
Entonces aquel hombre despertó de su
sueño.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
“…Una mujer asesinó a su marido
con una pócima venenosa…”
Le daba tan mala vida
esa mujer a su esposo,
que el desdichado, gozoso,
se tomó aquella bebida.