El ginecólogo le informó a su linda paciente: “Le tengo dos noticias, señorita Claritina, una mala y una buena. La mala es que por equivocación le di aspirinas en vez de darle píldoras anticonceptivas. La buena es que no le dolerá la cabeza durante su embarazo”… El penitente le dijo a don Arsilio en el confesonario: “Acúsome, padre, de que deseo a una mujer que no es la mía”. “No me extraña —le indicó el buen sacerdote—. La fruta del cercado ajeno, etcétera. Pero dime: esa mujer por la que sientes tan pecaminoso sentimiento ¿es guapa?”. “No, señor cura —manifestó el sujeto—. Es más bien feíta. Pero tiene un no sé qué que qué sé yo”. “Pues de pendejo te pasas —le dijo el confesor—. La penitencia es la misma que si fuera guapa”… Loretela le contó a su amiga Rosibel: “Me preocupa Pijo, mi novio. Dice que quiere llegar al más allá”. Le aconsejó Rosibel: “No hagas caso. Son tonterías filosóficas sin consecuencia”. “Ni tanto —replicó Loretela—. Me dice que quiere llegar al más allá cuando me pone la mano en la rodilla”… ¿Quién tiene más poder: Joe Biden o López Obrador? La pregunta parece tonta si se toma en cuenta el inmenso poderío que en sus manos tiene quien es el Presidente de la nación más rica del planeta. Pero, bien vistas las cosas, en el interior de sus respectivos países es más poderoso AMLO que Biden. En efecto, el mandatario norteamericano tiene frente a sí fuerzas que lo limitan y lo frenan: una vigorosa oposición; un Congreso independiente y con influencia decisiva en los asuntos nacionales; un poder judicial autónomo; una prensa libre y que llega a un vasto sector de lectores ilustrados. Todas esas instituciones son ataduras que en Estados Unidos acotan el poder presidencial y obligan al Presidente en turno a actuar dentro de los límites constitucionales, a apegarse estrictamente a la legalidad. Muy diferente es el caso de México y López Obrador. Aquí los partidos opositores han prácticamente desaparecido; el Congreso está sometido al Presidente, lo mismo que el titular del supremo órgano jurisdiccional, y los periódicos son leídos por un número relativamente escaso de ciudadanos, de modo que quienes en ellos escribimos lo hacemos para una minoría formada por quienes tienen educación para leer un periódico y dinero para comprarlo. Así, nuestras críticas le entran a AMLO por un oído y le salen, en el mejor de los casos, por el otro. Esperemos que López Obrador deje los desatinos, ocurrencias y exabruptos para las mañaneras, y tenga en cuenta el interés nacional en el curso de su encuentro con el acotado presidente yanqui, pobre infeliz que sufre la desdicha de tener que someter sus palabras a la razón y sus acciones a la ley… Conocemos muy bien a Afrodisio Pitongo. Es un hombre proclive a la concupiscencia de la carne. Cuando pasa frente al templo de San José, castísimo varón espejo de pureza, la imagen del buen santo se tapa los ojos. Hace unos días el lúbrico sujeto le pidió a la ingenua Dulciflor la entrega de su más íntimo tesoro. Aventuró la cándida doncella: “Pero ‘¿me amas?”. Respondió, impaciente, el tal Pitongo: “Me amas, me amas. ¿Qué diablos tiene que ver el amor con esto?”… “Mi esposo me es fiel —le comentó doña Chencha (Inocencia) a su comadre Camalina. “También a mí —replicó la tal comadre—. El que a veces me engaña es mi marido”… Dos militares estadounidenses de madura edad conversaban en el club de veteranos. Uno le preguntó al otro: “¿Recuerdas que durante la guerra nos daban unas pastillas para inhibirnos el impulso sexual?”. Replicó el otro: “Sí, lo recuerdo”. Dijo el primero: “Pues creo que ya me están empezando a hacer efecto”… FIN.
MIRADOR
Me habría gustado conocer a Tertuliano.
Seguidor de las doctrinas de Jesús en los primeros tiempos del cristianismo, solía debatir con los romanos, enemigos de la naciente iglesia.
A éstos les escandalizaba que los cristianos compartieran todos sus bienes, siendo que en Roma el derecho fundamental era el de propiedad, eminentemente individual. Los juristas romanos, por ejemplo, condenaban el adulterio del varón, pero no por su inmoralidad, sino porque el hombre que fornicaba con otra mujer robaba a la suya el líquido seminal, del cual la esposa era la única legítima propietaria.
Tertuliano les decía a los romanos que reprobaban la comunidad de bienes de los cristianos:
—Nosotros lo compartimos todo, excepto nuestras mujeres. Ustedes no comparten nada, excepto sus mujeres.
Me habría gustado conocer a Tertuliano. Sabía razonar aun en medio de la sinrazón.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
“…AMLO viaja a los Estados Unidos…”
Más de uno pedirá
con acento suplicante
refiriéndose al viajante:
“¿No podrán dejarlo allá?”.