El Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México ha sido un tema constante en los últimos días porque se han reportado graves anomalías que afectan su operación.
Más allá de un bache en las pistas, algo que es verdaderamente grave, hay una serie de irregularidades que en estricto sentido ponen en riesgo la integridad de miles de usuarios que día a día se dan cita en ese edificio.
Incidentes con la torre de control eran lo más grave que se había detectado, incluso las fallas humanas estuvieron a punto de provocar un par de tragedias que afortunadamente se evitaron por la pericia de los pilotos, pero que si no fuera por ellos, la historia aeronáutica de México estaría manchada de sangre.
Todo empezó con un supuesto bache, pero al rascarle aquí y rascarle allá, resulta que es algo más grave que sólo un hoyo en la pista y seguramente se conocerán más detalles que afectarían la operación del AICM.
Pero a una observación surgieron varias más, porque no es, insistimos, sólo un bache, sino afectaciones graves en las pistas de aterrizaje, por no mencionar los severos problemas que también se tienen en los sistemas de drenaje, lo que ha ocasionado inundaciones en prácticamente todo el aeropuerto.
A esto agréguele los años de uso, pues es un edificio viejo, ya que fue inaugurado en el siglo pasado, allá en 1952, por lo que por supuesto también le pesa el paso del tiempo y que además, es paso obligado de millones de aeropasajeros porque es uno de los principales puntos de tránsito aéreo en el país.
Incluso, suponemos que la cosa es más delicada que lo que se dice, pues el mismo presidente Andrés Manuel López Obrador deslizó la sugerencia de demoler y volver a construir la Terminal 2 del AICM porque tiene fallas estructurales difíciles de subsanar.
Aunque los mal pensados piensan que es una estrategia presidencial para obligar a migrar los vuelos, y por ende los pasajeros, al recién inaugurado Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, que por muchas razones está siendo subutilizado.
En fin, es tiempo de poner solución al rosario de irregularidades, que se les dé el necesario mantenimiento a todas las áreas, particularmente a las pistas, para que no vaya a ocurrir una desgracia de la que después todo el mundo se va a lamentar.