CIUDAD DE MÉXICO, septiembre 1 (EL UNIVERSAL).- El rodaje de «Bardo», la nueva película de Alejandro González Iñárritu, «congeló» un día a su protagonista Daniel Giménez Cacho, quien simplemente no pudo con una escena en que debía llorar frente a una ventana.
«Te puedo dar hasta cinco horas para que salga», le dijo «El Negro», como se le conoce al director de «El renacido» y «Amores perros».
Daniel, con más de tres décadas de experiencias sobre los escenarios de cine, tv y teatro, no pudo. Salió del set, corrió, hizo lo que estaba a su alcance como estímulo, pero nada sirvió. Tenía un bloqueo mental.
«Tenía una especie de taquicardia y me hacía (yo) muchas preguntas. ¿Tienes miedo de fracasar?, ¿crees que vas a hundir la película si la haces mal?. No. ¿Que la película no se va a contar si la haces mal? Tampoco. ¿Entonces?. No le daba», cuenta el histrión.
En el libro biográfico «Les juro que no soy así», presentado durante el pasado Festival Internacional de Cine en Guadalajara donde fue homenajeado, Giménez Cacho dedica tres páginas a su experiencia con «Bardo»; Falsa Crónica de Unas Cuantas Verdades, ahora en competencia oficial veneciana.
Recuerda que fueron cuatro semanas de ensayos, en los que se incluía el vestuario que utiliza su personaje, un periodista documentalista que regresa a México y se cuestiona sobre la identidad, el éxito, la mortalidad, la historia del país y los lazos familiares.
González Iñárritu no daba el guión, pero Giménez Cacho lo convenció para que se lo prestara y así entender el arco dramático del personaje.
Y así, llegó el momento de la escena en que debía llorar con el estómago, es decir, el sentimiento que duele, molesta, diluye, libera y saca todo lo interno. Eran muchas cosas que no logró. Así que el director le dio unos días más.
Fue cuando se puso a repetir un mantra de la diosa Tara, madre de todos los Budas, que dicen si repites 108 veces, entonces te contesta.
El actor dice que la respuesta fue: «ya lo tienes, sólo permita que suceda».
Ya en el set de regresó, se acostó en la cama de la escenografía y durmió. Cuando despertó, la taquicardia de días antes, ya no estaba. Y rodó la escena sin problema.
«En esta película llevé al colmo lo de no preparar nada», cuenta, y le funcionó.