CIUDAD DE MÉXICO, septiembre 8 (EL UNIVERSAL).- Isabel II, considerada por los británicos como «la reina eterna», llegó al trono de Inglaterra por una carambola del destino, pero aprendió rápidamente las tareas propias de su cargo y convirtió el respeto a los protocolos y la protección a ultranza de la corona británica las principales características de su reinado, el más longevo del mundo.
La reina, quien falleció hoy a los 96 años de edad, era considerada hasta hace unos años como una mujer de hierro, a la que nada, ni los más graves escándalos de la corona, ni los problemas británicos, podían vencer. Pero su salud se fue mermando en los últimos años y se le veía en ocasiones molesta, por sus problemas de movilidad.
La forma en que llegó al trono fue casi accidental. Su padre, quien reinó bajo el nombre de Jorge VI, accedió al trono luego de que su hermano mayor, Eduardo, decidiera abdicar sorpresivamente en 1936. El motivo: se negó a rechazar a la mujer de su vida, la estadounidense Wallis Simpson, con quien no podía contraer matrimonio por estar doblemente divorciada.
La inesperada dimisión de Eduardo convirtió en soberano a su hermano menor, lo que provocó a su vez que la primogénita de éste, Isabel, pasara a encabezar la línea de sucesión de los Windsor.
Nacida en 1926, la futura reina de Inglaterra a quien familiarmente se la conocía como Lilibeth, tuvo una de sus primeras actuaciones destacadas durante la II Guerra Mundial, aleccionando a las tropas y sumándose activamente a las tareas de apoyo civil.
En 1947 se casó con Felipe, duque de Edimburgo. Fogoso y rebelde, Isabel II soportó en silencio diversas aventuras. Con el tiempo, Felipe de Edimburgo pondría fin a sus desplantes para convertirse en un consorte ejemplar. Tuvieron cuatro hijos: Carlos, Ana, Andrés y Eduardo.
Distante, impasible, Isabel II siempre se mostró como la reina que mantenía la unidad de la Corona. Aficionada al senderismo, la cría de caballos y manejar autos todo terreno, vivió uno de sus momentos más complicados con la separación de su hijo, el príncipe Carlos, de la muy querida princesa Diana, que se robó el corazón no sólo de los británicos, sino del mundo.
Se le criticó en su momento el distanciamiento con Diana y haber guardado silencio ante el affaire de Carlos con Camila, a quien recientemente la reina dio su apoyo como futura reina consorte.
Entre sus logros como soberana destaca su gira internacional en 1953, apenas coronada, en la que contribuyó activamente a reforzar la imagen de su país en momentos en que se acentuaba el declive del imperio británico.
Puso especial interés en preservar a través de la Commonwealth, un organismo por el que siempre sintió especial devoción, el espíritu comunitario y el ascendiente simbólico de la corona sobre sus antiguas colonias.
A pesar de su juventud y su inexperiencia cuando accedió al trono, Isabel II llegó con el paso del tiempo a erigirse en líder indiscutible del Reino Unido y la Iglesia anglicana, como prominente defensora de la fe, sin que nadie cuestionara su autoridad más allá de los pasillos, lo que evidenciaba su habilidad a la hora de guardar distancia con los otros poderes y regentar conforme a los principios constitucionales, aunque no era una mujer ilustrada.
Pero Isabel II también tuvo tropiezos sonados, como cuando apoyó explícitamente Isabel II también fue presa de las dificultades exhibidas por las casas de Hannover y Windsor para adaptarse a los tiempos. No puso mayor empeño en renovar una institución desfasada en muchos aspectos y que se mostraba cada vez más vulnerable, sobre todo por el constante monitoreo de la prensa, y las salidas de tono de algunos de los miembros de la familia real que comenzaban a exhibirse en demasía.
En los últimos tiempos, Isabel II debió afrontar la difícil salida del Reino Unido de la Unión Europea (Brexit), formalizada a principios de 2021, un capítulo en el que fue ampliamente criticada por no haber hecho algo para evitar la ruptura, y el estallido de la pandemia del Covid-19, que afectó especialmente a su país y sobre la que la reina solo pudo expresar sus buenos deseos de vencerla «unidos y decididos». Ella misma terminó contagiada, uno de los múltiples eventos en los que se desató la preocupación por su salud. Sin embargo, sólo padeció efectos mínimos.
Otra controversia se desató cuando, en medio de un gran escándalo por presuntos abusos sexuales, tuvo que retirar a su hijo predilecto, el príncipe Andrés, de sus deberes públicos.
Un importante revés para Isabel II sería el protagonizado a principios de 2021 por su nieto Harry y su esposa Meghan Markle, duques de Sussex, quienes huyeron de Londres para fijar su residencia en Estados Unidos al no poder soportar la presión de Buckingham y el acoso mediático. Harry y Meghan se encargaron de ventilar públicamente algunas secuencias bochornosas de los royal, entre ellas la preocupación que surgió en palacio ante la llegada del primer hijo de la pareja y su probable piel oscura.
También en esta ocasión la reina dio muestras de profesionalidad mediando entre las partes, acercando posturas y proponiendo alternativas razonables para evitar otra crisis.
Con su fallecimiento, Isabel II deja un vacío enorme en Reino Unido. Uno que Carlos, pese a ser el heredero de la Corona, no podrá llenar. No posee ni el carisma, ni la fortaleza de su madre. Para algunos, la muerte de la reina podría marcar el principio del fin de la monarquía británica.