CIUDAD DE MÉXICO, febrero 12 (EL UNIVERSAL).- Hay historias de amor que sobreviven en el tiempo y cuyo rastro queda en las calles de la ciudad. Son muchos los secretos del Centro Histórico y basta un paseo, con ojos diferentes, de la mano de la persona amada, para revelarlos y hacerlos volver al presente.
La casa de la «Güera» Rodríguez
Hoy es el Museo del Estanquillo, pero en algún momento fue el lugar donde vivió María Ignacia Rodríguez de Velasco Osorio Barba Jiménez Bello de Peryra Hernández de Córdoba Solano Salas Garfias, mejor conocida como María Ignacia, la «Güera», Rodríguez.
Es sabido que tuvo una relación con Agustín de Iturbide y que le dio ánimos para que se consumara la Independencia de México. Fue modelo del mismísimo Tolsá y tuvo contacto o amoríos con personajes como Humboldt y Bolívar.
El desfile para celebrar la consumación de la independencia (27 de septiembre de 1821), encabezado por Agustín de Iturbide, desvió su ruta habitual, por órdenes del propio Iturbide, para pasar afuera de la casa de la «Güera» Rodríguez.
El edificio del Estanquillo oculta una historia de amor.
La ciudad como una carta de amor
La «Grandeza mexicana», de Bernardo de Balbuena, libro publicado en 1604, es en palabras de Alfonso Reyes la «primer grande obra de nuestra lírica»; valdría la pena recordar que también Salvador Novo le rinde homenaje a este clásico en el título de su «Nueva grandeza mexicana».
Lo que no tantas personas saben es que el germen del libro de Balbuena fue el amor que sentía por doña Isabel de Tobar y Guzmán, quien provenía de una familia de nobles españoles y que el propio Balbuena describe como «una señora de tan raros portes, singular entendimiento, grados de honestidad y aventajada hermosura que por cualquiera de ellas puede muy bien entrar en número de las famosas mujeres del mundo, y ser con justo título celebrada de los buenos ingenios».
El libro es un recorrido por la Ciudad de México dedicado a la mujer de la que Balbuena estaba enamorado. La lectura de este clásico y un paseo por las iglesias del Centro y los edificios coloniales, también esconden el relato de lo que logra la pasión amorosa.
Helados clásicos
La Bella Italia, una de las heladerías emblemáticas de la ciudad, se inauguró hace 101 años y fue, al principio y como era habitual en su momento, uno más de los locales de helados abiertos por italianos refugiados en México. Estaba en la calle de Orizaba en la colonia Roma y hasta aparece en «Las batallas en el desierto», de José Emilio Pacheco (el personaje de Carlos compra un helado allí para Rosales).
Lamentablemente, en 2020 cerró, pero el local donde estuvo tiene muchas huellas de amor. Se sabe que hubo una pareja que cada 14 de febrero visitó el local durante más de medio siglo para celebrar su relación. Aunque la heladería no exista más allí, su dirección es un recordatorio de que hay amores que sí pueden sobrevivir todas las adversidades.