Por Erick Cortés.- Con un niño Jesús que descansa entre escombros y no en un pesebre, así luce este año el nacimiento de una iglesia en Cisjordania, uno de los lugares más golpeados por la guerra en Medio Oriente.
“Si Cristo hubiera nacido hoy, estaría bajo los escombros”, comenta el reverendo Munther Isaac, de la iglesia luterana de Belén. “Es una señal de solidaridad con nuestros niños, que están muriendo cada día”, agrega.
En Belén no hay ánimo para montar un arbolito ni para encender las luces navideñas. Las autoridades han declarado un luto y se han suspendido todas las celebraciones decembrinas que cada año atraen a miles de peregrinos a la ciudad nativa de Jesús.
La cancelación supone un duro golpe a la economía de la ciudad, dependiente en gran parte del turismo, pero los festejos no armonizan con el clima de tristeza que inunda a la región, sumergida en una crisis humanitaria por la ocupación militar y los constantes bombardeos.
Muchas de las tiendas en Belén permanecen cerradas y el sector turístico pierde alrededor de 2.5 millones de dólares al día, según las autoridades palestinas, pues la mayoría de las aerolíneas han cancelado sus vuelos y unos 70 hoteles de Belén han cerrado.
En la franja de Gaza, los cristianos tampoco celebrarán. Las dos iglesias que quedan de pie (la iglesia católica de la Sagrada Familia y la iglesia ortodoxa de San Porfirio) hoy son el refugio de unos 900 cristianos que, dejando de lado las diferencias entre protestantes y católicos, permanecen dentro de los templos esperando no ser alcanzados por los misiles que hasta el momento han cobrado la vida de casi 19,000 personas en Palestina.