Por Erick Cortés.- «Una avalancha de gente”, así describió un granjero de Eagle Pass, Texas, a una ola de entre 3,000 y 5,000 migrantes que llegaron a la ciudad el jueves.
Amontonados en un terreno baldío, sin más cobijo que una manta térmica, pasaron la noche a la intemperie, a la espera de ser procesados por las autoridades fronterizas.
La crisis migratoria ha tenido un importante incremento durante el mes de diciembre. Hasta ahora, más de 250,000 personas han cruzado la frontera, la mayoría procedentes de Centroamérica, aunque también hay mexicanos que huyen de la violencia en sus comunidades.
Tras su arribo, el alcalde de Eagle Pass, Rolando Salinas, declaró la situación como insostenible y acusó al presidente Biden de mantener las fronteras abiertas para dejar a la comunidad migrante abandonada a su suerte.
Mientras tanto, cientos de personas continúan llegando, rebasando aún más la capacidad de los centros de detención, tanto de Texas como de Arizona, estados que suman más de 18,500 migrantes arrestados en los últimos dos días, por lo que han tenido que improvisar lugares para alojar a los detenidos.
Al mismo tiempo, la Corte de Inmigración de los Estados Unidos reconoce que los casos nuevos se acumulan más rápido de lo que son resueltos, teniendo ya tres millones de casos en espera.
En medio de la crisis, dos migrantes procedentes de Haití y Venezuela murieron ahogados tras hundirse en el fango del Río Bravo, cuando intentaban cruzar de Matamoros a Brownsville. Los cuerpos de ambos permanecen en el lugar, pues las autoridades de ambos países no han definido a quien le corresponde la búsqueda.
Todo ocurre justo después de la llamada telefónica que sostuvieron los presidentes de ambos países, en la que acordaron endurecer el control del flujo migratorio en la frontera con Guatemala.