Por Erick Cortés.- Varias eyecciones de masa coronal que el Sol arrojó a principios de esta semana están ahora mismo en tránsito hacia la Tierra.
El fenómeno, que ha sido catalogado como una tormenta geomagnética severa de categoría G5 (el máximo nivel de la escala que utiliza la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos [NOAA] para medir la intensidad de estos fenómenos), podría extenderse hasta la noche del domingo.
Las primeras ráfagas de viento solar llegaron a la tierra a las 6:54 pm del viernes (hora del este de Estados Unidos), causando un fenómenos espectacular de auroras boreales en gran parte de Canadá, Estados Unidos y Europa, pero que también pudieron ser vistas en latitudes bajas, incluso en áreas localizadas entre los trópicos de Cáncer y de Capricornio.
Esta tormenta solar geomagnética es la más extrema de los últimos 21 años, lo que ha generado varias alertas, algunas de ellas emitidas por el Centro de Predicción del Clima Espacial de la NOAA, entre las que se incluyen las posibles interrupciones de las telecomunicaciones, la energía eléctrica, el sistema GPS y la navegación satelital, tal como ocurrió en Suecia y en Sudáfrica durante las tormentas solares de octubre del 2003, que ocasionaron daños importantes en la red eléctrica y la explosión de cientos de transformadores.
¿Cuál es el mayor riesgo?
Las explosiones solares suelen incrementar su frecuencia e intensidad aproximadamente cada 13 años, en períodos conocidos como ciclos solares.
Estas explosiones son erupciones o emisiones repentinas de partículas solares que son disparadas en llamaradas que superan en tamaño al planeta Tierra y que viajan a gran velocidad por el espacio.
A estas partículas, cargadas de energía y de radiación electromagnética, se les conoce como viento solar, y pueden poner en riesgo la vida de un astronauta en órbita que no se encuentre debidamente protegido, así como dañar seriamente los sistemas de navegación y comunicación de las naves espaciales y de los satélites terrestres.
Actualmente, las teorías conspirativas y los relatos de ciencia ficción que advierten sobre una próxima gran tormenta solar que dejaría a la Tierra incomunicada durante meses o incluso años, son cada vez más frecuentes.
Después de todo, ese mismo viento solar fue el que le arrancó la atmósfera a Mercurio y a Marte, pero el escudo protector de la Tierra tiene su origen en el núcleo fundido de hierro que se localiza en el centro del planeta, y el cual nos provee de un sólido campo magnético que desvía el viento solar.
Gracias a esto, la gran mayoría de las veces, las partículas solares que alcanzan a interactuar con esta magnetósfera sólo llegan a producir un espectáculo lumínico conocido como auroras boreales o ‘Aurora Borealis’ (si se producen en el hemisferio norte) o australes (si se dan en el hemisferio sur), y que pueden tener un color verde o rojo, si interactúan con partículas de oxígeno a unos 200 kilómetros de altura; o violeta y azul, si entran en contacto con el nitrógeno y el ozono de la atmósfera.
Aunque la actividad solar inusual puede dañar seriamente la infraestructura eléctrica y los sistemas de comunicación terrestres, las tormentas solares son inofensivas para la vida en la Tierra y tampoco tienen efectos serios en el clima.
De acuerdo con el Instituto de Geofísica de la UNAM, los únicos efectos que este fenómeno causará en la República Mexicana son las “posibles fallas en comunicaciones que se realicen a través de bandas de radio de alta frecuencia HF”, y la aparición de auroras boreales en regiones del norte del país durante el fin de semana.