Hoy recordamos la mañana del 7 de julio, cuando el estallido de cuatro bombas interrumpió la rutina de la ciudad de Londres, Inglaterra. Todo ocurrió entre las 8:50 y las 9:50 mientras sus habitantes se transportaban a sus trabajos en metro y camiones, de pronto todo se convirtió en confusión, llanto y muerte. En total murieron 52 personas y más de 700 resultaron heridas.
Los periodistas de este diario, Pedro Vacaflor y Lourdes Heredia escribieron en sus notas que los bombazos en la red de trenes subterráneos de Londres y en un camión de pasajeros de dos pisos, figura emblemática de la ciudad, ocurrieron en plena celebración de la cumbre del G-8 y un día después de que la capital británica fuera elegida sede olímpica para 2012.
La red islamista Al-Qaeda se atribuyó los atentados en un comunicado en internet argumentando una venganza por la participación de Reino Unido en las guerras de Afganistán e Irak y lanzó la misma advertencia a los gobiernos de Dinamarca e Italia.
Los ataques sucedieron cuando Reino Unido ocupaba la presidencia de la Unión Europea. Así, mientras las principales capitales europeas incrementaban su seguridad, lo mismo que Estados Unidos, el entonces primer ministro Tony Blair advirtió que la nación inglesa no sería intimidada.
Luego de enterarse de los acontecimientos desde Singapur, el entonces presidente del Comité Olímpico Internacional, Jacques Rogge, se reunió de inmediato con su círculo cercano y buscó los televisores para seguir las transmisiones en vivo de las cadenas informativas CNN y BBC.
Según testimonios de los pasajeros del metro más antiguo del mundo, luego de las explosiones «las nubes de humo llegaban por todas partes… no sabíamos en qué dirección caminar», fue cuando tuvieron que esperar 20 minutos hasta que alguien gritó que caminaran atrás del tren. Otra persona relató que «había decenas de personas rezando en el piso y mujeres llorando».
La red del Metro londinense trabajaba a su capacidad cuando el primero de los estallidos ocurrió a las 8:51, en el tramo del metro entre las estaciones Liverpool y Aldgate East y bajo el distrito financiero, donde murieron 7 personas. El segundo se registró a las 8:56 entre las estaciones King´s Cross y Russel Square causando el deceso de 21 personas.
La tercera explosión fue a las 9:17 en el otro extremo de la ciudad de Londres, cerca de Edware Road, ahí fallecieron 7 ciudadanos ingleses, mientras que el último tuvo lugar a las 9:47 en un autobús de dos pisos en los asientos traseros del segundo nivel, lo que provocó que el techo saliera volando al igual que las ventanas, al menos dos perecieron en el lugar. Al pasar de los días sumaron en total 52 las víctimas mortales.
Minutos después de los ataques en los túneles del metro, los heridos empezaron a aparecer en las calles con la cara ennegrecida, algunos cubiertos de sangre y con las ropas desgarradas. La ciudad de paralizó. Todas las líneas del metro se detuvieron y los autobuses de la ciudad bajaron a los pasajeros.
Según se lee en la crónica de este diario, un señor de avanzada edad que permanecía estático abrazando un paquete, señaló que iba a subirse al camión que estalló, pero poco antes decidió esperar el siguiente, de pronto vio explotar aquel autobús de doble piso «fue impresionante ver cómo salía volando», dijo.
La gente alrededor empezó a advertir a los choferes de la presencia de bombas en los camiones por lo que pasajeros salían corriendo de las unidades, todos empezaron a correr. La crónica de los corresponsales describe que las calles se llenaron de sonidos de sirenas.
Un guardia de parquímetros respondía aturdido a los paramédicos diciendo que creía que «un pedazo de carne humana lo había golpeado», se encontraba muy cerca del lugar donde había estallado el camión de doble piso.
En el túnel que conecta a las estaciones King’s Cross con Russel Square aún se buscaban cadáveres; sin embargo, las temperaturas de 60 grados centígrados, así como un fuerte hedor dificultó las labores de los equipos de rescate, tan solo en este lugar se calcula que murieron 21 personas, incluso un médico que descendió dijo que las víctimas podrían llegar a los 80.
El relato de un estudiante mexicano describe que entendió que algo sucedía cuando empezó a ver que varias señoras se desmayaban al salir de una de las estaciones del metro afectadas, 40 minutos después de los atentados seguían saliendo heridos de los túneles.
Al inicio las únicas imágenes que se tuvieron fueron las tomadas por los pasajeros con sus teléfonos celulares, donde se veían los túneles llenos de humo y a personas caminando en fila.
Las autoridades inglesas tardaron mucho tiempo en informar que se trataba de un ataque terrorista, incluso al inicio lo negaron.
El primer ministro Tony Blair reafirmó estar unidos en la decisión de confrontar y vencer al terrorismo, «no permitiremos que la violencia cambie a nuestra sociedad y nuestros valores». La reina Isabel II anunció que visitaría a los afectados para darles ánimo.
Mientras la policía británica contactaba a los familiares para que facilitaran muestras genéticas que ayudaran a la identificación de los cuerpos, las labores de investigación continuaban por parte de la policía de la ciudad y el servicio de inteligencia inglés.
El entonces jefe de la policía británica, Brian Paddick, llamó a la población a enviar videos, fotos o imágenes tomadas por celulares que pudieran ayudar a la identificación de los terroristas.
Italia, al ser considerada posible blanco de ataques terroristas, detuvo a 142 sospechosos en la región norteña de Lombardía y durante dos días implementó un operativo en el que se resguardaron estaciones de metro y tren en la ciudad de Milán.
Se habló incluso de delegar al Ejército italiano el control de parques y de otros 18 mil sitios sensibles del país al tiempo que se redobló la vigilancia en la plaza de San Pedro, en el Vaticano. El espacio aéreo permaneció cerrado de forma temporal.
Al avanzar el día la ciudad londinense volvió a la normalidad, aunque las estaciones afectadas permanecieron cerradas, en ningún momento se cerró el espacio aéreo. Los botes que ofrecen servicio de transporte en el río Támesis comenzaron a operar para desahogar la falta de transporte, por la tarde los trenes de las cercanías ya funcionaban y luego hicieron los mismo los emblemáticos autobuses rojos.
Los corresponsales narran que la ciudad resistió el dolor y por la noche los «pubs» estaban «a reventar» con sus clientes habituales y que la gente «empezó a superar el espanto» al salir a la calle y cenar en restaurantes; incluso la reina Isabel dio la orden de que la vida continuara con normalidad «en una ciudad curtida por el dolor» de los bombardeos sufridos durante la Segunda Guerra Mundial.
EL UNIVERSAL difundió que al día siguiente los reportes de la prensa inglesa fueron sombríos y con mensajes desafiantes, pero sin imágenes de heridos y mucho menos de muertos; también se informó que entre los fallecidos no hubo mexicanos, aun cuando se tenía una cifra oficial de 2 mil, 250 connacionales registrados en el consulado de Londres.