Sólo los que los vivieron en carne propia saben cuál es el extraño tipo de ‘normalidad’ que impone la cotidianeidad en tempos de un conflicto armado, y desafortunadamente quedan pocas voces que nos puedan hablar de cómo fueron las cosas en las grandes guerras del siglo pasado y ya hace tiempo que se extinguieron en nuestro país aquellas voces que nos hablaban de lo que fueron la revolución o la guerra religiosa, pues de eso ya pasó un siglo.
Eso, en el entendido de que la violencia que padece México bien puede equipararse a una guerra, pues el desafío del crimen organizado no ha desaparecido por decreto, como pretendía alguno, y esta particular guerra que los criminales han declarado no sólo al Estado mexicano, sino a la sociedad, también tiene sus bajas civiles, sus pérdidas económicas y los territorios que sabemos que están en manos del enemigo.
Pero el asunto es que con los datos, que para eso sirven, y los testimonios que acumulamos del pasado, los expertos hablan de que la crisis global por efectos de la pandemia que nos azota, son los peores que ha vivido la humanidad desde la Segunda Guerra Mundial, ese conflicto cuyo fin cumplirá 75 años el 2 de septiembre próximo y que en su día dejó más de 60 millones de muertes y devastación en medio planeta y secuelas económicas que alcanzaron a todos los países en mayor o menor medida.
No valen las comparaciones, pues estamos hablando de crisis de naturaleza bien distinta, aunque no hay que desdeñar que la pandemia está a punto de alcanzar ya el medio millón de víctimas, en apenas seis meses desde que se alertaron de los primeros brotes, aunque lo que nos interesa resaltar es el hecho de cómo en las peores condiciones, y pensemos en asuntos tan graves y trágicos como el sitio de Stalingrado, o la Batalla de Inglaterra, que sometieron a las poblaciones civiles a un constante estado de alarma y a peligros cotidianos, que luego se sobrellevaron con algún retorcido sentido de que aquello era lo normal, al prolongarse en el tiempo.
Un extraño mecanismo síquico debe obrar en esas y en las actuales circunstancias, donde la gente decide que está bueno de vivir en constante alerta, pues si los londinenses hacían su vida bajo las bombas, aquí la gente parece ya ni inmutarse cuando, por ejemplo aquí, todos los días se habla ya de una sesentena o setentena de nuevos casos de contagio y la cifra de muertos ya crecía ayer a 112 personas, mientras que, por otra parte, nos enteramos que de marzo a la fecha se han suicidado aquí en la Entidad casi un centenar de personas.
No es distinto en el resto del país y en casi todo el mundo, pues la estricta vigilancia a las medidas de protección es más una excepción, aunque lo visto en lugares como Estados Unidos, Brasil y México raya en la irresponsabilidad, una de la que son culpables las autoridades y la sociedad, todo justo ahora que la OMS habla de rebrotes y su director alertaba ayer que la pandemia está entrando en ‘una nueva y peligrosa fase’, al registrarse 150 mil nuevos casos de contagio en un solo día.