Es un cuento de nunca acabar: inician las lluvias y empieza el martirio para los aguascalentenses, pues nada más es que caiga una tormenta y se forme un caos total.
Esto es todos los años, y aunque se han invertido recursos a la red hidráulica para mejorarla, la cantidad de agua es tal que no se da abasto el drenaje de nuestra ciudad, de por sí ya obsoleto.
Aunque ya se sabe que empezando la temporada de lluvias será el suplicio de las autoridades correspondientes, también lo es para la población, porque ella es la afectada de primera mano, por los destrozos que quedan después de cada tormenta, ya no se digan granizadas, tan comunes los últimos años.
Ya se sabe el recuento de los daños todos los años: caída de árboles, de espectaculares, inundaciones en casas, comercios, avenidas, vehículos varados y todo lo que se le ocurra que pasa a causa de las torrenciales lluvias, pero aunque ya sabemos las consecuencias, seguimos sin estar preparados para cada temporada pluvial.
Los servicios de emergencias y Protección Civil son los que hacen fuerte a la población que lo requiere, pues están atentos a lo que se requiere en cualquier eventualidad, lo que tranquiliza a la gente, pero a veces el trabajo es tanto que es imposible que se den abasto.
Pero ahí también viene la participación de todos, pues nosotros como sociedad somos corresponsables de lo que pasa, desde el momento mismo en que tiramos basura a las calles y tapamos los albañales, ignoramos los llamados de precaución, nos metemos a las avenidas anegadas con riesgo de quedar atrapados en la corriente con el consiguiente peligro de poner en riesgo nuestra propia vida, y así un sin fin de consecuencias.
Generalmente, hay saldo blanco tras la temporada de lluvias, pero no siempre ha sido así, pues recordemos que hace pocos años en una fatídica tromba que afectó todos los rumbos de la ciudad fallecieron madre e hija, que quedaron en medio de la tormenta y se intoxicaron con el humo de su auto, y aunque el incidente fue justo al servicio de emergencias de una clínica, nada pudieron hacer por ellas, porque cuando se dio la voz de alerta ya fue muy tarde.
Desafortunadamente, Aguascalientes no es el único lugar que no se prevén los desastres y en varias partes del país y del extranjero sufren lo mismo que aquí, eso nadie lo puede evitar, pero sí se pueden prevenir, hasta cierto punto, las consecuencias.
Necesariamente, tendremos que vivir con los aprendizajes que nos dejan las experiencias previas, ya que la naturaleza es indomable y debemos seguir las indicaciones de las autoridades, pero también nuestro sentido común.