Si hay un tema sensible es el que le atañe a nuestra niñez y juventud, tan expuestas y vulnerables a todas las vicisitudes que tiene la vida misma, y el saber que son víctimas de uno de los peores flagelos de la humanidad, duele.
La drogadicción, un problema de larga data, ha venido creciendo incesantemente durante los últimos años y según registros de los Centros de Integración Juvenil, ha subido en más de 200 por ciento la demanda de sus servicios de rehabilitación para ese sector de la sociedad.
El uso constante de drogas, sobre todo las sintéticas, lleva a jóvenes, adolescentes y hasta niños a centros de rehabilitación para tratar de detener la adicción que causa, ya se sabe, desintegración familiar, deserción escolar, desempleo, problemas con la economía, deterioro de la salud y, en el peor de los casos, la muerte.
Incluso se teme que con la legalización de la marihuana se dispare todavía más el consumo de otros estupefacientes, pues al ser de venta libre cualquier persona la puede comprar y sería una espiral que complicaría el panorama.
Según conocedores del tema, no es difícil que el acceso al mundo de las adicciones empiece con el consumo de alcohol y tabaco, drogas ‘legalizadas’ dirían unos, pero que al consumirlos se hagan fácilmente adictos de estos estimulantes, y que a ello le siga el uso de otras cosas como la marihuana, la piedra, el crystal, la cocaína, los inhalables y otras tantas, y hasta se teme que en un lapso no muy lejano llegue a popularizarse el temido fentanilo, esa droga que causa todos los estragos físicos y mentales inimaginables.
Se sabe que también las mujeres se colocan como grandes consumidoras de drogas, y que por cada dos varones una fémina lo hace, con toda la consecuencia social que esto significa.
Uno de los mayores problemas para la rehabilitación de los adictos es que si bien hay centros de atención integral, reconocidos y avalados por la Secretaría de Salud, también pululan los llamados anexos, donde sus métodos son altamente cuestionables y en varios de ellos se han registrado decesos de los internos.
Además del infierno que significa el uso de drogas para el adicto y para la familia, es que unas puertas abren otras y se sabe que hay personas dependientes de ellas que llegan a robar en sus propios hogares para solventar sus vicios, y lo peor es que los jóvenes consumidores en muchos casos son utilizados como carne de cañón de narcotraficantes, pues por su minoría de edad no son penalmente responsables, llegando incluso a ser ‘burreros’ o ‘mulas’, que son quienes transportan las drogas, lo que hace que en vez de salir de un problema entren a otros más y, lamentablemente, muchos ya no pueden salir de ahí.