Trump amenaza con recrudecer la guerra comercial. Su propuesta es tan agresiva que lo que hizo durante su primer mandato sería peccata minuta. De llegar a la presidencia otra vez (dios nos agarre confesados) promete poner un impuesto a todas las importaciones a EU, de entre el 10 y el 20 por ciento. Para las importaciones de China (su archienemigo) impuesto del 60 por ciento. Además, impuestos recíprocos para las importaciones de aquellos países que le cobran aranceles a las exportaciones estadunidenses.
Ese no es el fin. Trump utiliza los impuestos a las importaciones como si fuera una pistola de juguete y él tuviera cinco años: apunta y dispara atendiendo cualquier capricho. Apenas hace unos días amenazó a la empresa John Deere con impuestos del 200 por ciento si osan mover su producción a México. Cualquier empresa, industria en su conjunto o país que desafíe a Trump podría ser objeto de represalias.
La tasa arancelaria efectiva de EU, es decir, la cantidad pagada en impuestos como porcentaje del total de las importaciones, pasó de 1.6% en 2017 a 2.6% en 2023. Las propuestas de Trump para su siguiente mandato podrían llevar este índice a superar el 10%. Pongámoslo en perspectiva: los países que tienen una tasa arancelaria efectiva por encima del 10% coinciden, no casualmente, con regímenes dictatoriales en los que nadie quiere vivir: Irán, Etiopía, Venezuela.
Verbigracia, EU importa el 40% de los vegetales que consume y el 60% de las frutas. Contrario a lo que afirman los chovinistas, no se debe a un error del gobierno. Es cuestión de geografía: los aguacates y los plátanos no se dan en Indiana ni Dakota del Sur. Así que poner un impuesto del 20% a las frutas y verduras importadas sería, para EU, dispararse en el pie. Como siempre, los más afectados serán los que menos tienen, porque ellos gastan una mayor proporción de su ingreso en comida.
Analicemos un ejemplo interesante. En 2018 el gobierno de Trump impuso aranceles nuevos a la importación de lavadoras, con el pretexto de que iba a proteger a los productores gringos ante la caída en precios. James David Vance, el candidato de Trump a la vicepresidencia, habla de este arancel como un caso de éxito que planea replicar.
El arancel no era fijo, pero tenía como base 20% y podía llegar hasta 50%, dependiendo de las condiciones del mercado. ¿Qué generó? El precio de las lavadoras aumentó significativamente de la noche a la mañana por culpa del nuevo arancel, pero lo que los políticos ven como una gran medida de protección a un sector industrial muy pequeño (los productores de lavadoras) es una tragedia para toda la sociedad (los consumidores) que ahora tienen que pagar precios más altos por el mismo producto, gracias a la ignorancia de los gobernantes.
No solo eso, el objetivo del arancel era mantener los precios de las lavadoras en niveles más altos, y también ahí fracasó. Los precios volvieron a niveles pre-arancel en 2020, ¿por qué? Porque el nuevo impuesto atrajo más inversión a la producción de lavadoras en EU y la competencia y la innovación disminuyeron los precios. Démonos cuenta: la medida arancelaria no revirtió la tendencia, simplemente dañó a los ciudadanos al ralentizar la caída de precios. A James Vance le hace falta un libro de economía básica en su biblioteca.
Algunos podrían decir ‘bueno, pero no pasa nada, para 2020 los precios ya estaban igual que en 2018, así que fue lo mismo, pero dos años más tarde’. No. Si el arancel no hubiera entrado en vigor los precios de las lavadoras en 2020 habrían sido aún más bajos. De 2018 a 2020 los ciudadanos gringos pagaron precios exorbitantemente más altos de los que deberían haber pagado por una lavadora, y en 2020 siguieron pagando un precio más alto que el que habrían pagado si el presidente no hubiera sido tan sandio. Eso es una gran pérdida. Si las lavadoras hubieran sido más baratas las personas habrían podido comprar más comida, más ropa, más medicinas. Cuando los gobiernos alteran de esa forma la transmisión de información en el mercado todos los ciudadanos pierden.
En 2020 los precios volvieron a incrementar, pero esta vez por un golpe que nadie vio venir: la pandemia. Y cuando la pandemia terminó y los aranceles caducaron, volvimos a comprobar lo que la historia nos ha enseñado muchas veces: las políticas proteccionistas crean la ilusión de protección, pero lo único que provocan es daño. Los precios de las lavadoras en EU empezaron a caer drásticamente y siguen su tendencia a la baja.
Trump ignora tres lecciones de clase de primer semestre de economía. Primero, que el comercio nos beneficia a todos. Si los chinos producen lavadoras de la misma calidad a un precio menor es mejor comprarles las lavadoras a ellos y nosotros dedicarnos a hacer otra cosa en la que seamos mejores. Así todos tenemos más de todo.
Después, que la disposición legal no determina la incidencia del impuesto. En otras palabras, que el presidente decrete que los productores de lavadoras tienen que pagar un impuesto del 20% no significa que ellos efectivamente lo pagarán. Los productores pueden simplemente incrementar el precio de las lavadoras en 20% y entonces los consumidores acaban pagando el nuevo impuesto. Un mal chiste producto del nulo conocimiento económico de los encargados de hacer leyes.
Por último, que los aranceles nunca revierten tendencias, solo vuelven ineficiente la interacción entre individuos que compran y venden. Si los productores gringos de lavadoras están perdiendo la competencia contra los chinos, un impuesto no va a hacer que ganen, solo va a retrasar la carrera, y en el proceso va a engañar a los productores gringos haciéndoles creer que tienen oportunidad de ganar y va a dañar a los consumidores con precios más altos.
Que de esto no se infiera que el gobierno de Biden sí sabe mucho de economía. Su presidencia ha mantenido una actitud de escepticismo hacia el libre comercio: muchas de las restricciones de Trump se han mantenido e incluso se han aprobado nuevas para acero y baterías. La lección aquí es de clase introductoria de ciencia política: es muy fácil implementar nuevas restricciones, pero no tan fácil quitarlas.