«No es de la benevolencia del carnicero, cervecero o panadero que obtendremos nuestra cena, sino de su preocupación por sus propios intereses».
ADAM SMITH, LA RIQUEZA DE LAS NACIONES
No dejó de llamar la atención que el único pensador político citado por el presidente López Obrador en su Segundo Informe de Gobierno haya sido Adam Smith: «Por más egoísta que quiera suponerse al hombre, evidentemente hay algunos elementos en su naturaleza que lo hacen interesarse en la suerte de los otros de tal modo que la felicidad de éstos le es necesaria, aunque de ello nada obtenga, a no ser el inmenso placer de presenciarla».
La cita proviene de una de las obras fundamentales del pensador escocés, considerado ampliamente como padre del capitalismo: Teoría de los sentimientos morales. En ella Smith afirma que «el dolor ajeno» nos hace padecer, nos causa sufrimiento, y nos impulsa a la generosidad: «El mayor malhechor, el más endurecido transgresor de las leyes de la sociedad, no carece del todo de este sentimiento», escribió. Por eso tantas veces ayudamos al prójimo sin esperar recompensa. Andrés Manuel afirmó que este concepto de Smith «bien podría constituir uno de los fundamentos de la economía moral que estamos aplicando». Añadió una paráfrasis breve y positiva de la idea de Smith: «La alegría ajena es nuestra propia dicha».
La compasión o empatía por los demás que describe Smith, sin embargo, no se contrapone con sus ideas económicas fundamentales, las cuales expresa tanto en La riqueza de las naciones como en la propia Teoría de los sentimientos morales. El egoísmo o interés propio de las personas lleva, a través de una «mano invisible», a la creación de una mayor prosperidad para todos e incluso promueve un mejor reparto de la riqueza: «Una mano invisible los conduce a realizar casi la misma distribución de las cosas necesarias para la vida que habría tenido lugar si la tierra hubiese sido dividida en porciones iguales entre todos sus habitantes, y así, sin pretenderlo, sin saberlo, promueven el interés de la sociedad y aportan medios para la multiplicación de la especie».
Es posible, por supuesto, que el Presidente no haya leído completa la obra de Adam Smith. Quizás haya buscado solamente una cita conveniente para su ideología, sin interesarse en el resto de la filosofía del notable pensador escocés. En varias ocasiones en el pasado, recordemos, Andrés Manuel ha expresado su admiración por Franklin D. Roosevelt, presidente de los Estados Unidos de 1933 a 1945, cuando en esos mismos discursos, como el del pasado 5 de abril, se pronunció paradójicamente en contra de «las medidas contracíclicas que sólo ayudaban a unos cuantos», las cuales tildó de neoliberales, a pesar de que estas acciones, propuestas originalmente de manera teórica por el economista británico John Maynard Keynes, fueron la gran aportación de Roosevelt a las políticas públicas.
Adam Smith, y López Obrador, tienen razón. El ser humano se distingue por una vertiente de generosidad ausente del resto del reino animal. Pero también es cierto que para ser generosos primero hay que producir riqueza que pueda usarse después para ayudar a los más necesitados. Ni el carnicero, ni el cervecero, ni el panadero nos aportarán por mera generosidad los productos para nuestra cena. Necesitan una motivación para hacerlo. Esa es la contraparte necesaria de la generosidad en la economía moral que el Presidente dice que quiere construir.
SIN CENSURA
El Tribunal Electoral echó para atrás su jurisprudencia anterior al permitir la realización y difusión de las conferencias de prensa de AMLO en tiempos de campaña. Estoy de acuerdo. Hay que dejar de usar la censura como supuesto instrumento de equidad política. Sólo que estas declaraciones políticas deben permitirse a todos, incluso a los gobernadores, y no sólo al Presidente.