Parece que la famosa curva de contagios del Covid-19, más famosa ya que la famosa curva invertida de Fernando Valenzuela, es maleable como lo son el oro y la plata y que su comportamiento es, ergo, fruto de la voluntad de nuestras autoridades federales, una vez que tras el anuncio, el jueves pasado por parte de AMLO de que esta línea, una gráfica que genera la estadística, se estaba aplanando, ayer el doctor López-Gatell, decretó su aplanamiento, casi por decreto.
Por lo menos sospechoso resulta, sin que tengamos que pecar de excesiva suspicacia, sospechoso que la realidad se comporte como quieren que se comporten los señores que tienen el mando, pues nunca ha resultado del todo convincente cuando los números de la autoridad invierten el proceso de medir los hechos y es, por el contrario la realidad la que se ajusta a la estadística, como pasó con aquel episodio del período estalinista de producción ‘estajanovista’, donde un solo obrero, el famoso Alexei Stajánov, sacó en un día, él solo, 102 toneladas de carbón de una mina o aquella famosa cifra de los 10 millones de azúcar de la zafra de 1970, que el visionario Fidel Castro anunció de antemano –para luego quedarse muy corto en sus estimaciones.
Ya muchos están alertando de lo extrañas, otra vez por decir lo menos, que resultan los números del doctor López-Gatell, pues cada vez se duda más del modelo Centinela para proyectar el comportamiento de la pandemia y se suceden y aumentan las contradicciones entre los datos que se ofrecen cada tarde en Palacio Nacional y los que tienen varias entidades del país, siempre en el entendido de que hablamos de casos que constan en el registro oficial sobre el número de contagiados y ni por asomo el número real de portadores del coronavirus.
Estas contradicciones se han hecho tan evidentes que hasta de las propias filas de MORENA han surgido ya las críticas, tal el caso de la diputada Gabriela Cuevas, que en su cuenta de Twitter escribió, sin mencionar al subsecretario de Salud que ‘el científico termina comportándose como político’ para luego censurar la ineficacia del modelo Centinela y afirmar que (en el Gobierno Federal) ‘saber cuántos casos hay, sencillamente no les importa’.
Se sabe de la fragilidad de la estadística oficial justo por la baja, la bajísima aplicación de pruebas para detectar el Covid-19, en donde como hemos dicho vamos a la zaga de los países de la OCDE, que en promedio han aplicado 22 de estos test por cada mil habitantes, en tanto que México aplica sólo 0.4 análisis de éstos por cada mil que somos, lo que nos dice que seguir el modelo de proyección, que estima en 104 mil los casos de contagiados en el país, ahora es ya una fuente de falta de certezas.
Para que evitemos versiones sobre el número de casos que existirían en país de personas que han contraído el coronavirus, incluyendo las asintomáticas y las ya sanadas, el Centro de Información Geográfica Covid-19 de la UNAM, nos habla de hasta 264 mil personas, lo que nos hace extrañarnos cada vez más de cómo la curva se aplanó por una orden ejecutiva, luego avalada ayer por el doctor López-Gatell.