México, 11 oct (EFE).- El dolor en la rodilla la alertó, sin embargo cuando este pasó a la muñeca y luego al tobillo, la mexicana Mónica Hernández supo que algo no estaba bien. Tras acudir con varios especialistas, a sus 28 años, le diagnosticaron artritis reumatoide.
«No sabía de qué se trataba esta enfermedad, pero pensaba que solo a las personas mayores les pasaba. Fue muy complicado aceptar el diagnóstico y aprender a vivir con dolor, porque ese ya no se quita nunca», explica este viernes a Efe la paciente.
El 12 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Artritis Reumatoide, un padecimiento que, según detalla el reumatólogo Julio César Casasola, es autoinmune y crónico, que produce dolor, inflamación y rigidez y que lleva a cierto grado de discapacidad.
En Latinoamérica, según cifras de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), existen 34 millones con discapacidad permanente y 140 millones con discapacidad temporal a causa de las enfermedades reumáticas.
Existen más de 100 tipos diferentes de artritis, pero la reumatoide es de las más comunes.
Casasola, quien está adscrito al servicio de Reumatología del Hospital General de México, explica que esta patología no tiene una causa conocida, aunque el aspecto genético es un factor de riesgo para desarrollarla.
Del mismo modo, señala que, aunque se piensa que es una condición que se da en personas mayores, la realidad es que suele presentarse entre la segunda y la tercera década de vida.
«Es una enfermedad que afecta a las personas en la etapa de su vida donde son más productivos», afirma.
Mónica, quien ya tiene más de 17 años con la enfermedad, reconoce que tuvo que adaptarse a su nueva condición.
«Hacer mi cama, abrir botellas, eran labores titánicas. Parecen tonterías, pero cuando padeces esta enfermedad es muy difícil hacerlas», comenta.
Además, tuvo que dejar su trabajo como profesora de primaria ya que el dolor y la inflamación no le permitían desarrollarlo, por lo que tuvo que emprender un negocio para sobrevivir.
Pero quizá la mayor afectación ha sido vivir con dolor ya que cada que sus articulaciones se inflaman, siente un intenso dolor.
«Bajar de la cama, moverme, vestirme. Es mucho dolor pero llega un punto en el que te familiarizas y aprendes a vivir con él», explica.
En países como México, el diagnóstico de la enfermedad suele retrasarse entre tres y cuatro años, en gran medida dice Casasola, debido al complejo sistema de salud que tiene el país.
«El paciente muchas veces recurre al médico y este no lo refiere a un reumatólogo. Nos quedamos cortos para atender a los pacientes», lamenta.
Mónica asegura que tuvo que pasar por muchos doctores para poder llegar a un diagnóstico «desde el traumatólogo hasta un homeópata. Me llenaron de medicamentos para controlar el dolor, corticoides, terapia física, chochos, cambios de dieta, era un caos».
Así pasaron seis meses desde los primeros síntomas hasta que por fin encontró al especialista que le recetó los medicamentos y son ellos los que la han ayudado a sobrellevar su enfermedad.
Sin embargo, Casasola apunta que el objetivo del tratamiento es solamente detener la progresión de la enfermedad, pero también se requiere que los pacientes acudan a terapia física y grupos de autoayuda para poder mejorar.
Ahora Mónica ha aprendido a tener mayores cuidados, realiza ejercicio moderado y se alimenta mejor, además de que ha bajado de peso, lo que ha ayudado a que todavía pueda realizar sus actividades cotidianas.
«Ahora puedo mover las manos, los hombros, levantarme, caminar sin dificultad y vestirme sin ayuda. Es cierto que la enfermedad tiene altas y bajas, pero trato de aguantar el dolor, que es casi siempre lo que más afecta», finaliza.
Finalmente, el doctor Casasola destaca la importancia del diagnóstico oportuno y el tratamiento adecuado con lo cual «es posible modificar el curso del padecimiento y, por ende, mejorar la calidad de vida de los pacientes», concluye.