Madrid, 21 ene (EFE).- A través del pasado y de su reflejo en el presente, como «un espejo crítico», el realizador Andrés Wood traza en «Araña» un retrato de la sociedad actual chilena, con una historia que planta sus raíces en la época previa a la dictadura de Augusto Pinochet y que aspira al Goya a mejor filme iberoamericano.
«La película habla de las bases de una sociedad que tuvo unos ganadores con la dictadura. Y eso es lo que estamos tratando de revertir ahora, tratando de crear una sociedad más democrática y más justa», explica a Efe Wood en una entrevista unos días antes de viajar a Málaga, donde este sábado se celebra la gala de la 34 edición de los Goya del cine español.
Protagonizada por la argentina Mercedes Morán y la española María Valverde -que interpretan al mismo personaje en dos épocas diferentes-, «Araña» es una historia de violencia, de extremismos, de amor, de remordimientos -pocos- y de cómo el pasado reaparece cuando menos lo esperas.
Una historia que refleja a la perfección la convulsa situación que está viviendo Chile, donde ese pasado dictatorial no acaba de ser superado, y donde la sociedad lucha ahora por acelerar una transición que fue más lenta de lo que debería haber sido.
«Araña» habla de «cómo el pasado está reflejado en el presente y de cómo no somos capaces de romper lazos con la dictadura», explica Wood, que compitió con su película en la sección Horizontes Latinos del pasado Festival de San Sebastián.
«Creo que el desafío que tenemos ahora es tratar de construir un país donde quepamos todos, unas leyes y una Constitución donde quepamos todos y dejar atrás la polarización», reflexiona el realizador del filmes como «Machuca» (2004) o «Violeta se fue a los cielos» (2011).
Un proceso social y político al que Wood contribuye con su cine, que trata de que sirva para ofrecer diagnósticos y como registro de lo que está sucediendo.
Por eso ahora, al igual que muchos cineastas chilenos, se ha lanzado a la calle, para grabar todo lo que está sucediendo en su país, ese estallido social contra la desigualdad.
Aún no sabe qué hará con las imágenes que está rodando porque aún está tratando de entender qué está pasando, pero de lo que está convencido es que será un punto de inflexión para los cineastas, que se están planteando qué sentido tiene lo que están haciendo y, sobre todo, «qué nuevo sentido debe tener».
En su caso, el componente social y político siempre ha estado presente en su cine, como demuestra «Araña», una película que se adentra en los movimientos radicales de extrema derecha de los años setenta y también en la posición privilegiada de los empresarios que se aprovecharon de la dictadura de Pinochet y que siguen estando en las esferas del poder.
La película se ha ido «modificando en su significancia», con el resurgimiento de los movimientos de ultraderecha nacionalista. «Antes de estrenarse hubo marchas anti inmigrantes y eso tenía eco directo en la película. Ahora, con la explosión social hay otro eco, es la otra cara de la película, la de una clase acomodada, eso hace la película más permanente en el tiempo», explica Wood.
Para contar esa historia ha contado con dos actrices que no son chilenas pero que han sabido entender a la perfección la compleja problemática de Chile.
Con Morán tenía muchas ganas de trabajar desde hace tiempo y con María Valverde coincidió en un acto y se dio cuenta de que tenía similitudes físicas y de energía con la veterana actriz argentina, lo que ayudaba a «llenar el gran espacio de tiempo entre las dos historias».
Además, al no ser chilenas aportaron una mirada exterior que vino muy bien a la historia, reconoce Wood.
Con esta película el realizador opta por cuarta vez al Goya a mejor película iberoamericana que ya se llevó en 2008 por «La buena vida» y que en esta ocasión se disputa con «La odisea de los giles», de Sebastián Borenzstein (Argentina); «Monos», de Alejandro Landes (Colombia), y «El despertar de las hormigas», de Antonella Sudasassi (Costa Rica).
Estar nominada da una visibilidad importante a las películas, reconoce el realizador chileno y los Goya son especialmente relevantes porque «cuesta mucho que las películas latinoamericanas viajen dentro de la región» y el escaparate de los premios españoles las ayuda mucho en ese viaje.
Por Alicia García de Francisco