Miami, 13 may (EFE News).- El escritor y cineasta Guillermo Arriaga afirma que México tiene «muchos más matices» que «el miedo y la rabia», pero esa visión en «blanco y negro» de uno de los personajes de su nueva novela, «Salvar el fuego», ayuda a entender un país «muy complejo».
Ganadora del Premio Alfaguara 2020, «Salvar el fuego» está en el número uno de la lista de venta de libros en México y la semana próxima saldrá a la venta en español en los Estados Unidos.
En una entrevista por videoconferencia con Efe, Arriaga, de 62 años, señala que ya ha recibido una oferta para traducir la novela al inglés, algo que no será fácil, aunque él dice que si las obras de James Joyce se han podido traducir al español, todo es posible.
Para contar la colisión a través del amor que se produce entre Marina, una coreógrafa reconocida que pertenece al grupo de los que tienen «miedo» de perder lo que poseen, y José Cuauhtémoc, un asesino que está entre los que sienten «rabia» por lo que se les ha privado de tener, Arriaga ha inventado «muchísimas» palabras, entre ellas «atipulado», «banquita» o «tinquineo».
A pesar de ser un «malandro», Cuauhtémoc, obligado por su padre, un hombre hecho a sí mismo que reivindica el aporte indígena a la cultura de México y rechaza el racismo pero es «un maltratador dentro de casa», ha estudiado a los clásicos y aprendido idiomas.
Sin embargo, se expresa en «slang», una jerga que castellaniza el inglés. Según el escritor, los mexicanos del norte y del otro lado de la frontera se «divierten enormidades leyendo la novela porque se identifican» con una manera de hablar que él dice conocer bien.
Con la invención de palabras, Arriaga imita lo que se hace en los pueblos cuando no se encuentra la palabra y sigue las enseñanzas de su admirado Pío Baroja, el escritor español de la generación del 98 que decía que había que «estrujar» el lenguaje para dar con el término correcto.
El autor de «Salvar el fuego» fue escritor antes que cineasta.
Su primera novela, «Escuadrón guillotina», fue publicada en 1991, pero su primera película como director, «The Burning Plain», no se estrenó hasta 2008.
Entre medias ha sido guionista de filmes como «Amores perros» (2000), «Babel» (2006), «21 gramos» (2003) o «Los tres entierros de Melquiades Estrada» (2005), y también productor cinematográfico.
Todavía no hay ofertas para llevar al cine «Salvar el fuego». Él lo ve complicado, pues es una novela en la que «lo más importante es lo que pasa dentro de los personajes».
En su trayectoria siempre ha ido de la literatura al cine y no al revés. «Hay muy poca influencia del cine en mis novelas», subraya.
Este contador de historias, que no planifica ni investiga para sus novelas más que lo justo, avisa a los lectores hispanos de EE.UU. que en «Salvar el fuego» van a encontrar temas «recurrentes» en todas las sociedades, como el «racismo», que él mismo, como muchos otros, sufrió cuando en 1979 estudiaba en Nueva York.
El conductor de un autobús de Nueva Jersey no quería dejarle subir al vehículo porque tenía acento mexicano, pero el hombre que estaba detrás en la fila, que era abogado, amenazó con demandarlo y así pudo viajar, según recuerda en la entrevista.
El amor, la solidaridad, la infidelidad, los celos y la corrupción y la impunidad, que ya no son solo patrimonio de los países latinoamericanos, coexisten con reflexiones sobre el arte y la venganza en «Salvar el fuego», dice su autor.
Arriaga se crió en un barrio del sur de Ciudad de México y conoció la calle y la violencia, pero también es buen conocedor del México rural debido a su pasión por la caza, que practica con arco y flechas. «No me gusta matar animales», dice para marcar la diferencia con lo que para él significa «cazar».
En el campo tiene compadres y amigos y entre los «migrantes campesinos» ha encontrado «la gente más decente» que ha conocido, lo contrario que la clase política y su «saqueo vergonzoso».
El «narco» tiene también un papel en la novela.
«La pauperización del campo mexicano a partir del NAFTA (tratado de libre comercio de Norteamérica), y yo fui testigo de eso, se convirtió en el caldo de cultivo del narco», dice Arriaga.
También los flujos migratorios a EE.UU. tienen que ver con esto. O te enrolabas en el narco o te ibas al otro lado de la frontera, subraya.
Primero se fueron los hijos y luego los padres.
Arriaga sufrió con padres que no veían a sus hijos en años y sintió los celos que reconcomían a las mujeres de los que migraban porque iban a encontrar a otra y con los de los hombres que enviaban dinero a una mujer que podía estar engañándolo con otro.
Desde su casa de una Ciudad de México acosada por el COVID-19, Arriaga no cree que la pandemia vaya a suponer un antes y un después para la sociedad.
«Después de la gripe española de 1918, vinieron los fabulosos años 20», una época en la que la gente buscaba pasarla bien, señala.
A él, el COVID-19 sí le deja una reflexión acerca de «las masas de personas sin igualdad ni oportunidades» que produce «lo más oscuro del neoliberalismo».