CIUDAD DE MÉXICO, noviembre 23 (EL UNIVERSAL).- José Alfredo Jiménez inmortalizó la frase «la vida no vale nada», no sólo en una de sus canciones más famosas, también en la superficie de su tumba ubicada en Dolores Hidalgo, Guanajuato; días antes de morir, el cantante se despidió de su público con un emotivo mensaje en el que agradeció el amor incondicional hacia él y sus canciones; lucía muy delgado tras haber luchado contra los males que afectaban su salud, sin embargo, para entonces el final ya estaba cerca.
El 23 de noviembre de 1973, el genio musical, creador de 280 temas murió con apenas 47 años de edad, su cuerpo ya no aguantó más a pesar de que la prensa anunció ese día que había salido bien de la cirugía que le practicaron; días antes, cuando apareció en televisión, se despidió, pero también se mostró esperanzado en que aún le quedaba más tiempo por vivir.
Hace 49 años, EL UNIVERSAL reportaba que el compositor estaba en vías de recuperación, pues reaccionaba positivamente tras haber estado grave por la cirrosis hepática que padecía, la esperanza de que se recuperaría por completo tomó fuerza porque reportaron que en las últimas 24 horas estaba respondiendo favorablemente.
En la nota informativa de ese día se especificaba que su esposa, la cantante Alicia Juárez, no se había apartado del intérprete de «Ella», «Caminos de Guanajuato» y «Tu recuerdo y yo». En su velorio, «El Indio» Fernández lamentó la muerte del «compositor más mexicano», pues dijo, José Alfredo conocía el alma del pueblo; la señora Carmen, mamá de José Alfredo, recordó que cuando el papá del cantante murió, él viajó a la capital, vivió en la colonia San Rafael y jugó futbol en las reservas del equipo España, ahí se disputó el puesto de portero con Antonio Carbajal, apodado «La tota».
Inspirado en su primera esposa creó los temas «Paloma querida» y «Paloma, déjame ir»; a Lucha Villa le compuso «Amanecí en tus brazos» y su hija Paloma contó a EL UNIVERSAL que él no escribía las letras de sus canciones, sino que las tarareaba y había que «cacharlas», así pasó con su última creación, «La araña».
—La despedida
En compañía del mariachi, sombrero en mano y una mexicana cobija en el hombro es como apareció José Alfredo Jiménez cantando en televisión el tema «Gracias» días antes de morir.
Visiblemente delgado pero con una voz potente y cantando con el corazón, el intérprete se despidió de su público y agradeció su cariño.
«Yo no quiero saber qué se siente tener millones y millones, si tuviera con qué, compraría para mí, otros dos corazones para hacerlos vibrar y llenar otra vez sus almas de ilusiones, y poderles pagar que me quieran a mi y a todas mis canciones», expresó el intérprete.
En esa presentación, José Alfredo presentía que el final ya estaba cerca, mencionó que moriría ese año y dejó entrever que tenía esperanza de vivir más tiempo, pero si esto no ocurría, se daba por bien servido porque había ganado lo mejor en la vida: los aplausos.
¿Y el dinero?, para la voz de «El último trago» los bienes materiales no fueron importantes, estos no se los llevaría a la tumba, pero los aplausos sí.
«De veras, gracias por haberme aguantado tanto tiempo, desde 1947, hasta 1973, yo siento que todavía me queda, ¿y saben por qué? porque yo he ganado más aplausos que dinero; el dinero no sé ni donde lo tiré por ahí, pero sus aplausos, esos lo tengo aquí adentro de mi corazón, esos se van conmigo hasta la muerte», expresó.
José Alfredo Jiménez Sandoval nació el 9 de enero de 1926, perteneciente a una familia de nueve hermanos, desde que era un niño, soñó con ser artista. «Recuerdo que desde muy pequeño en mis cuadernos de apuntes tenía letras completas de canciones, estando todavía en la primaria».
Los inicios de José Alfredo fueron en la radio, llevaba sus canciones a las estaciones del momento, ahí alguien más las interpretaba; sus temas fueron cantados por figuras de la talla de Pedro Infante, Manuel Aceves Mejía y Lucha Villa.
«Cuando vine a la capital, comencé a llevar mis canciones a la XEW en donde Los Trovadores Huastecos del viejo Elpidio las comenzaron a cantar: sin embargo fue hasta 1950 cuando Andrés Huesca me grabó mi primer canción», contó en entrevista para este diario.
En noviembre de 1952 recibió un homenaje en la XEW, donde se le entregó una medalla de oro, un premio del auditorio por el éxito de sus canciones auténticamente mexicanas, tales como «Por si me olvidas», «Yo», «Cuatro caminos», «Cuando el destino», «La que se fue», «Esta noche», «Ella», «Tu recuerdo y yo» y «Corazón corazón».