Alejandra Musi, corresponsal
VENECIA, Italia, septiembre 1 (EL UNIVERSAL).- Una cinta inmensa, bellísima y producto de un artesano de imágenes e historias perfectamente planeada y concebida. Así es Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades que a primera hora de la mañana se presentó a la prensa en la isla del Lido en la ciudad de los canales. En la conferencia posterior a la proyección Alejandro González Iñárritu estuvo presente al lado de su equipo de actores encabezado por Daniel Giménez Cacho, Griselda Siciliani, Íker Sánchez Solano, Ximena Lamadrid y los magos que han hecho posible la estética arrolladora de la cinta como Eugenio Caballero (diseño de producción), Bryce Dessner (música) y su coguionista Nicolás Giacobone.
«Hoy curiosamente es un aniversario importante para mi familia y para mí, el primero de septiembre del 2001 dejamos México y nos fuimos a vivir a Los Ángeles, a los Estados Unidos y para nosotros cuando salimos hubo una gran ilusión y muchos planes y pensamos irnos por un año y pasaron 21 y creo que ese evento es fundamental para el origen de esta película porque lo que más se hace presente cuando alguien deja su país es la ausencia de ese lugar que se hace presente todos los días. Por eso digo que México no es un país, es un estado mental para mí. Y cuando uno toma perspectiva esos estados empiezan a transformarse y parte de esta película es la interpretación de esa ausencia», comenzó explicando Iñárritu acerca de las motivaciones para hacer este filme. En Bardo también se explora el éxito y sus artimañas, «mi padre tuvo una relación con el éxito complicada porque tuvo un éxito heredado y luego lo perdió todo. Así que el decía que hay un gran riesgo cuando lo tienes: uno era la tentación al orgullo, a la soberbia que te intoxica y por el otro lado, la inevitable pérdida del éxito que te lleva al dolor. Entonces el tener éxito es una condena en muchos sentidos desde ese punto de vista. El decía que al éxito hay que darle un trago, hacer unos buches y escupirlo porque si no te intoxica. Y es verdad que el éxito aunque parece difícil de entenderlo es algo que deseas pero que al mismo tiempo puede crearte una cantidad de expectativas, responsabilidades de uno mismo y autoexigencias propias y de los demás. Para mí ha sido un camino de aprendizaje. Ese recorrido es importante y quise incluirlo», apuntó.
Para el cineasta mexicano, «esta película a diferencia de las otras no la hice con la cabeza, la hice con todo mi corazón. Y a partir de ahí el parto es más sensible pero también muy liberador porque la digestión de todas estas experiencias y memorias es una interpretación de una realidad que sucede. Ese lugar entre la imaginación de un evento la realidad es el Bardo. Y cuando revisitas eso, tantas cosas que has vivido y se han quedado en el muro del subconsciente puede haber mucho dolor pero también se rescatan muchas alegrías. Y es un viaje emocional. Una biografía emocional que no pretende ser verdadera sino honesta. Y desde ahí hice esta película con mucha incertidumbre, evidentemente con mucho coraje, valor de poder explorar esas cosas, tratar de darles un sentido para que se revelaran cosas hacia mí y compartirlas porque cuando expones cosas así estás compartiendo tu corazón».
Para Giménez Cacho, quién se pone en la piel de Silverio, el alter ego de Iñárritu, éste fue un trabajo muy diferente al que había hecho antes, «Alejandro me dijo desde el principio: no hagamos un trabajo tradicional, no lo leas, no lo estudies. No me quería dar el guion. Pero lo convencí para que me dejara leerlo una vez. Pero lo hice dos. Y la verdad es que para que pasara esto se necesitaba crear una relación de mucha confianza porque no sabía realmente adónde me iba a llevar. Yo era de la idea de que para llegar a la montaña hay que subir desgarrándose el alma, rompiéndose las rodillas y pensaba que esto no era normal hasta que me dije, ‘calma, esto es así, hay que permitir que suceda’. Así que en el rodaje sólo estudiaba bien mis líneas del día, me las sabía de memoria y ya. Día con día volteaba a verlo y cuando me decía bien, confiaba. Nos conectamos creo que de una manera mágica», afirmó el actor que está inmenso en su personaje.
Acerca de cómo vive que esta película tan maravillosa visualmente sea vista en plataformas digitales, Alejandro dijo sentirse muy agradecido con Netflix porque le dio todo el apoyo y libertad del mundo, «además de que va a estar en las salas de México y otros lugares del mundo durante siete semanas y eso es una cosa sin precedentes, un regalo. Creo que es una película que pertenece a la pantalla grande y sin embargo, tengo que decir que mi generación creció con muy pocas salas y ciclos de cine en los que se podía ver las películas de los grandes autores y cuando yo estudiaba cine tuve que ver la mayoría de las obras maestras en VHS con una calidad terrible. Por eso puedo decir que lo que sobrevive son las ideas, la película es la película. Obviamente lo mejor es que se proyecte en una sala cinematográfica, pero también he apreciado grandes películas en televisión», reflexionó.
También habló de cómo aún no sabe hasta qué punto lo ha transformado esta película, «no sé qué voy a hacer ahora. Llevaba siete años sin hacer una película, sin tocar una cámara porque lo último que hice fue un proyecto de realidad virtual, Carne y arena. No tengo un plan, pero creo que cada vez me interesa menos la realidad en el cine porque creo que el cine es precisamente el instrumento más poderoso para soñar», finalizó no sin antes decir que, «la edad te hace dudar de muchas más cosas y el cine es la certeza para la incertidumbre».