Chicago (IL), 3 jun (EFE News).- La Villita, el principal barrio mexicano de Chicago y un centro de comercio y negocios que atrae a compradores latinos de todo el Medio Oeste, comenzó este miércoles su reapertura después de la cuarentena con pocos clientes y mucho miedo a un posible rebrote del coronavirus.
Al mediodía, momento en que habitualmente las taquerías y restaurantes de la Calle 26, la principal arteria comercial del vecindario, habitualmente están abarrotadas de clientes y hay un trasiego continuo de peatones, solamente caminaban unas pocas personas y todas ellas con tapabocas.
Los negocios solamente venden comida para llevar, inclusive los restaurantes tradicionales que han optado por el momento por mantener cerrados sus comedores, evitando el llamado de la Alcaldía de Chicago para que instalen mesas al aire libre, con la debida separación y precauciones para evitar el contagio del virus.
Tampoco abrieron las tiendas que venden vestidos para quinceañeras o botas y sombreros de rancheros, así como otros atuendos típicamente mexicanos que atraen a compradores de la región durante todo el año.
LA CALLE 26, CASI DESIERTA
Según la Municipalidad, en tiempos normales los comercios de la calle 26 son los que más recaudan impuestos en la ciudad, después de las tiendas de lujo de la denominada «Milla Magnífica» de la lujosa Avenida Michigan, en el centro de la ciudad.
Sin embargo, un recorrido hoy por la Calle 26 permite ver a la mayoría de las tiendas cerradas, algunas de ellas tapiadas con maderas, porque además del COVID-19, el vecindario también sufrió el vandalismo que acompañó las protestas y saqueos recientes contra el racismo y la policía, por la muerte en Minneapolis del afroamericano George Floyd.
«Todavía hay mucho miedo en la calle por el coronavirus, porque no salimos de la zona de peligro», declaró a Efe el activista Howard Ehrman, de la organización comunitaria La Villita, al explicar la quietud reinante en este importante corredor comercial.
El código postal 60623, que incluye al barrio mexicano, ha registrado la mayor cantidad de casos positivos de coronavirus en todo Illinois, con más de 3.000 infectados, según estadísticas del Departamento de Salud Pública estatal.
En total, el estado ha confirmado casi 123.000 casos y más de 5.500 muertos.
LOS DISTURBIOS COMPLICAN LA SITUACIÓN
Sobre los robos y saqueos, dijo que «desafortunadamente, la Policía no está cuidando a La Villita y otros barrios latinos y afroamericanos; le dan prioridad al centro de la ciudad», afirmó Ehrman.
El concejal Raymond López, del Distrito 15 que comprende barrios del suroeste aledaños a La Villita, como Las Empacadoras, West Englewood y Brighton Park, calificó de «locura» la decisión de la alcaldesa, Lori Lightfoot, de seguir adelante con su plan de reabrir algunas oficinas, restaurantes, bares, peluquerías y comercios considerados no esenciales, a pesar de las tensiones.
«Es cruel hablar de una reapertura de los negocios de Chicago, cuando muchos de ellos han sido diezmados y no pueden participar», dijo el curul, quien contabilizó por lo menos 30 negocios de latinos dañados por los vándalos en su área.
Precisamente, la tranquilidad del mediodía en la calle 26 se vio interrumpida este miércoles por una manifestación pacífica de jóvenes que ocupaba una media cuadra, en solidaridad con los afroamericanos de Chicago.
«Black and Brown Unity» decían los carteles desplegados, donde también se leía en español «La vida de los negros importa».
Los manifestantes caminaron hasta el Arco de la Villita, que es el epicentro del barrio y el lugar donde se desarrollaba la mayor actividad comercial en este primer día de aflojamiento de la cuarentena.
BROTES VERDES PARA ALGUNOS NEGOCIOS
En ese lugar está la Barbería Pedro, que en su primer día de actividad después de un cierre de 2 meses y 12 días obligado por la cuarentena, tenía cinco de sus seis sillones ocupados. Mucha gente llevaba semanas esperando de pasar por allí y poner en orden su peinado.
La encargada, Rossana Luz, dijo a Efe que el establecimiento abrió con estrictas medidas sanitarias, que incluyen la esterilización de tijeras, peines y otros instrumentos después de cada uso, y los clientes debieron usar barbijos.
Casi en la puerta de la barbería, Araceli montó su puesto ambulante de venta de tamales, chicharrones, mazorcas de maíz (elotes) y fruta fresca pelada, cortada y aderezada.
«Esto lo hago desde hace 30 años y para mí no hubo cuarentena», declaró.
En los primeros días del cierre total obligado por el combate del COVID-19, las ventas fueron casi nulas, pero con el paso del tiempo fueron repuntando y Araceli pudo lograr su sustento mínimo.
«Es mejor que quedarse en casa encerrada. En la calle me siento libre y en contacto con mis clientes», agregó la emprendedora, que espera ver florecer al barrio latino en los próximos días, aunque hoy no podrá ser.