Berlín, 18 ene (EFE).- El gobierno libio reconocido por la ONU y las fuerzas rebeldes se reúnen este domingo en Berlín juntos a sus aliados internacionales, de Rusia a EEUU, pasando por Turquía, Francia, Italia y Alemania, para tratar de sentar las bases de un proceso de paz.
El objetivo de la cita es modesto, pero dada la situación en el país norteafricano, en absoluto sencillo: que las partes se comprometan a un alto el fuego permanente (el del 12 de enero es violado a diario) y se empiece a cumplir de forma efectiva el embargo de armas, cuestión a la que también las potencias implicadas deben ceñirse.
«Se trata de apoyar los esfuerzos de la ONU para lograr una tregua y una vía para una solución política dentro de Libia», explicó el portavoz del Gobierno alemán, Steffen Seibert.
Realista, agregó que «el problema de Libia no se puede arreglar en una conferencia» y que, «en el mejor de los casos», se logrará «el comienzo de un proceso» y se esquivará el riesgo «de una guerra subsidiaria», con poderes extranjeros empleando a las fuerzas locales para no enfrentarse directamente.
De hecho, no pudo confirmar si finalmente el jefe del Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA) de Libia reconocido por la ONU, Fayed al Serraj, y el jefe del Ejército Nacional Libio (LNA), Jalifa Hafter, que han confirmado su presencia en Berlín, se sentarán en la misma mesa.
A principios de esta semana no se logró en un encuentro en una reunión en Moscú, porque Hafter se marchó de madrugada sin haber firmado la declaración de alto el fuego trabada con la mediación de Rusia y Turquía y con el «sí» del GNA.
ACUDEN PUTIN, ERDOGAN, MACRON Y POMPEO
Pese a la contención del anfitrión, la conferencia es percibida con una contenida expectación tras años de guerra civil, porque a ella van a acudir los principales protagonistas directos e indirectos del conflicto.
Han anunciado su participación los presidentes de Rusia, Turquía y Francia, Vladímir Putin, Recep Tayyip Erdogan y Emmanuel Macron, la canciller alemana, Angela Merkel, el secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, la presidenta de la Comisión Europea (CE), Ursula von der Leyen, y secretario general de la ONU, António Guterres, con su representante especial para Libia, Ghassan Salameh.
Hafter cuenta con el respaldo de Putin, que acusa a Occidente de haber sumido a Libia en el caos por propiciar la caída en 2011 del dictador libio, Muamar al Gadafi. También le apoyan Arabia Saudí, Egipto y Emiratos Árabes Unidos, además de contar con el músculo político de Francia y EEUU (que previamente estaba del lado contrario junto a la ONU, pero que juega aquí sólo un papel secundario).
Al GNA, por su parte, lo apoya políticamente la ONU y económicamente la UE, Italia y Catar, mientras que el respaldo militar, no sin polémica, se lo proporciona Turquía.
INTERESES ENTREMEZCLADOS LIGADOS AL PETRÓLEO
Los intereses son múltiples y difícilmente compatibles, y en gran medida están ligados a la riqueza petrolífera de Libia, a los contratos preexistentes y a los potenciales acuerdos futuros, lo que dificulta cualquier solución.
Además, algunos actores del drama libio podrían ceder posiciones en este conflicto a cambio de lograr avances en otros en otros escenarios en los que están participando, como la guerra civil en Siria.
Alemania, en un intento de mediar que recuerda en cierta medida al agridulce esfuerzo en Ucrania, trata de estabilizar otro foco de problemas a las puertas de la UE, que dividida también en este asunto ha sido incapaz de ejercer liderazgo en el conflicto y buscar una salida diplomática.
Tanto a la UE como a Alemania les interesa la paz en Libia por su potencial energético, pero también porque es una de las rutas migratorias principales de África a Europa, y el caos favorece a los traficantes de personas e impide taponar esa vía con la controvertida fórmula que se empleó con Turquía.
Algunos expertos han apuntado a este respecto que los llamados vecindarios este y sur de la UE, hasta hace unos años separados y con problemas diferenciados, se están fusionando con una Rusia y una Turquía cada vez más activas en el tablero internacional, en busca de influencia en el Mediterráneo ante la impotencia comunitaria.
Libia se haya inmersa en una guerra civil con dos grandes facciones (aunque con sectores en manos de terceros) desde 2014. Desde que se intensificaron los choques el pasado abril han muerto unas 1.500 personas (280 de ellas civiles) y unas 100.000 han tenido que abandonar sus hogares.
Por Juan Palop