Berlín, 24 feb (EFE).- La Berlinale brindó la oportunidad de reirse de los algoritmos del demonio, para pasar a continuación a sufrir bajo el «Siberia» de Abel Ferrara, en una jornada a concurso donde, en lo interpretativo, brilló la actriz alemana Nina Hoss.
«Éffacer l’historique», de los belgas Benoït Delépine y Gustave Kervern, trajo a concurso un factor a menudo escaso en un festival: una comedia entre seres atenazados por la adicción al teléfono móvil y la trampa de sus aplicaciones.
El título remite a algo que no siempre es posible, borrar el historial y las huellas de todo aquello a lo que se dio el «ok». El derecho a olvidar, a hacer que Google suprima un vídeo sexual robado o los créditos suscritos a impacto de la voz sensual de la vendedora online.
«No, no es una película antiamericana», respondió Delépine a la pregunta de si su comedia pretende denunciar el imperio del mal de las multinacionales estadounidense a las que se regalan datos personales. «El diablo de internet no conoce fronteras», apuntó a su lado Kervern.
El dúo de directores belgas regresaba al festival con un filme sin los rostros mediáticos de anteriores incursiones a competición («Mamouth», en 2010, o «Saint Amour», en 2016, ambas con Gérard Dépardieu).
Sus héroes son habitantes de una comunidad de casas unifamiliares en un extrarradio de provincias, endeudados y enganchados a internet, en todas sus variedades. Viven entre vecinos que fotografían y cuelgan con el móvil la basura del otro, adictos a Netflix, padres cuyos hijos sufren ciberacoso escolar, madres víctimas de la extorsión, también en internet.
«Gente como todos nosotros», resumió Kervern.
Son ciudadanos corrientes, interpretados por actrices como Blanche Gardin y Corinne Masiero, más Denis Podalydés. Rostros sin aditamentos ni maquillaje, que no tratan de disimular ni las ojeras o los rastros del alcohol, capaces de brindar monólogos geniales -como el de Masiero, la adicta a las series.
DELIRIOS SIBERIANOS DE DAFOE
A los vecinos del extrarradio de provincias siguió Willem Dafoe, de nuevo convertido en alter-ego cinematográfico del estadounidense Ferrara. «Siberia», su sexta película juntos, traslada la exploración de la locura a cuevas sombrías y paisajes gélidos.
Dafoe es el hombre perseguido por sí mismo, por las mujeres que amó o creyó amar, por el hermano, por el padre o la madre, que sirve vodka a la escasa clientela de su remota barraca bajo las nieves. Su relación más humana es con los perros que tiran de su trineo.
También a Ferrara se le recibía en la Berlinale como a un viejo conocido, aunque la última vez que compitió por los Osos queda ya lejos: 1996, con «The Addiction».
Su presencia en Berlín se relacionaba con el nuevo director artístico del festival, Carlo Chatrian, exresponsable del festival de Locarno, donde Ferrara recibió en 2011 el Leopardo de Honor.
«Siberia» es un nuevo ejercicio de amistad fílmica con Dafoe, cuyo rostro encaja a la perfección con los demonios de Ferrara.
HOSS, LA INMENSA HERMANA PEQUEÑA
El rostro que acabó ganando la partida en esta jornada fue el de Nina Hoss, actriz mimada por ese festival, ahora con «Schwesterlein»(«My Little Sister»), de las suizas Stéphanie Chuat y Véronique Reymond.
Comparte protagonismo con Lars Eidinger, su hermano gemelo en el filme. «Dos seres simbióticos», explicó la actriz.
Una simbiosis entre dos gemelos, ambos inmersos en el mundo del teatro, sobre la que pesa la fecha de caducidad. Sven, el bebé que vino al mundo dos minutos antes que su hermana, sufre leucemia.
Quiere llevar una vez más al escenario su «Hamlet». Pero ni el trasplante de médula ni la terapia posterior en Suiza ni los planes del teatro berlinés donde trabajó toda la vida lo permitirán.
«A algunos directores les parecerá muy escénico llevar a un actor terminal al escenario. A otros les resulta obsceno», explicó Chuat.
El filme no trata de retratar la agonía del enfermo. Se centra en Hoss, esa mujer desbordada y con un marido perfecto, que no puede recurrir a su madre, también teatrera, que siempre fue inservible.
Ni el entorno familiar más óptimo, en cuanto a nivel de ingresos, cultural o de tolerancia ante las excentricidades del hermano sale indemne de la prueba. Hoss absorbe el filme, desde el minuto cero al final, al son de la música de Johannes Brahms y su «Schwesterlein, Schwesterlein».
Por Gemma Casadevall