México, 9 mar (EFE).- El central estado mexicano de Puebla acoge una cooperativa cafetera de 29 mujeres que se unieron hace un año y medio para optimizar cada paso del proceso de producción de café, desde la siembra hasta la molienda húmeda, como vehículo de mejora económica y social.
La Cooperativa de Café de Totonacapan, ubicada en la Sierra Norte de ese estado, ayuda a las mujeres para que sean administradoras de su propia parcela y para que cultiven con las mejores prácticas de café.
El objetivo final de la agrupación de mujeres es que sus familias tengan un sustento digno y sus hijos puedan acceder a una educación y un futuro mejor mientras se perpetua el cultivo de café, un patrimonio de esa zona montañosa.
Olimpia Gabana, una de las integrantes de la cooperativa de Totonacapan, mantiene a sus dos hijos por su cuenta, después de que su marido emigrara al extranjero.
Desde entonces, Gabana, que habla totonaca y español, asumió la rutina de levantarse cada día a las 4.00 horas de la mañana para atender su parcela cafetera y ocuparse de las cosas de su casa.
«Me voy al molino a esa hora para preparar mis tacos del día, hago mi quehacer de la mañana y me voy al rancho a cuidar mi café. Regreso a casa en la tarde y sigo con el quehacer», explicó la agricultora de 43 años.
La labradora heredó el terreno de su madre, y se dio cuenta de su potencial para hacerlo rentable al ingresar a la cooperativa y participar en las diferentes capacitaciones que allí se llevan a cabo, entre las que se encuentra el programa Prácticas C.A.F.E. de Starbucks, orientado a mejorar las prácticas agrícolas y de administración básica.
«Me regalaron plantas de variedad Marsellesa, entonces empecé a tumbar los árboles viejos afectados por la roya, un hongo que ataca y enferma a las plantas de café, y empecé a renovar, sembrar las plantas nuevas y ahorita mi parcela está muy bonita», explicó.
Gracias al esfuerzo de Gabana, su hijo mayor, de 25 años, estudia una maestría en gastronomía en Puebla, y su hijo menor, de 19, está aprendiendo mecánica automotriz.
Otra de las mujeres totonacas de la Cooperativa de Café de Totonacapan, Natalia Simón, posee 2,25 hectáreas de campo junto a su marido, quien tuvo que emigrar hacia la ciudad hace cuatro años cuando la plantación sufrió una grave devastación.
Desde entonces, esta campesina, que solo habla la lengua totonaca, se unió a la agrupación empresarial y trabaja para recuperar la productividad de su finca, lo que le permitiría vivir junto a su marido y construir una casa para su hija adolescente.