No fue cosa de ayer, pero no pocos que todavía hasta la semana pasada mantenían cerrados sus negocios, optaron por levantar las cortinas y esperar que vuelvan a caer recursos en la caja, por lo que, salvo excepciones, gran parte del sector comercial abrió sus puertas con un mínimo en la aplicación del mentado protocolo, que por lo demás nadie conoce bien a bien, pues hubo comercios donde toda la protección fue que los encargados llevaran mascarilla y con colocar un gel desinfectante a la entrada.
Y es que si el Gobierno federal aventó la bolita a los estados y los municipios, para que fueran ellos los que determinaran qué hacer y cuándo, en esto de la desescalada y la reactivación de la actividad económica, ayer el Gobierno estatal declaró reabierta la economía, señaló que de que se cumplan los protocolos se encargarán apenas 150 miembros de la ‘brigada sanitaria’ y dejó la decisión a los dueños de factorías, el comercio y centros de servicio, muchos de los cuales decidieron, si no lo habían hecho ya, agarrarle la palabra y comenzar a trabajar.
Quedan como excepciones las grandes empresas que saben del riesgo de tener contagios en sus plantas, como Nissan que admitió ayer a unos 700 trabajadores, y para ser capacitados justo en la aplicación de las medidas de protección, y los giros reglamentados, aunque ayer ya se vieron algunos gimnasios, por ejemplo, que sintieron que la invitación a reabrir era para ellos, tras lo cual la alcaldía señaló que ellos no han levantado la prohibición y amagaron con sanciones y clausuras.
El dilema aquí, está claro desde el principio, es que por miles, hay personas sin ingresos o con salarios reducidos desde finales de marzo y existe obviamente desesperación de los agentes económicos y los asalariados para que esto se mueva de nuevo, en tanto que las poco fiables cifras oficiales sobre contagios y casos activos de COVID siguen creciendo, lo que no sólo es un riesgo mayor para la salud colectiva, sino para la misma economía, pues un aumento súbito puede provocar nuevos y más prolongados cierres.
Está el ejemplo de Texas, que ayer reportaba un repunte importante de casos de contagiados y fallecidos, luego de unos días de que allá decidieron reabrir sus factorías y su sector comercial, aunque está de más decir nada de lo que ocurre en otros lados porque nadie aprende en cabeza ajena.
Planeado el dilema entre caer en la ruina y perder hasta la camisa, por un lado, o arriesgarse a contagios que se saben que son potencialmente mortales, aquí es donde más efectos nocivos tuvo la decisión del Gobierno federal de no apostar por estímulos a las empresas, dejando de lado la bobada ésa de que los empresarios son portentados, pues el que tiene un taller de costura con 5 empleados o una estética es tan empresario como el dueño de Telmex, con la única diferencia de que los primeros, que son mayoría, han padecido lo indecible desde que se decretó la emergencia, visto lo cual ayer de plano las precauciones pasaron a segundo o hasta tercer plano.