OPINIÓN, marzo 25 (Mario César Macías Zúñiga).-Chuy Mentiras carga en su mente un baúl de aventuras e historias que comparte con aquellos que escuchan sus narraciones. El hombre tiene a su público concentrado justo afuera de la única tienda de abarrotes del pueblo de Viudas del Barranco.
Por la tarde, cuando el sol apenas está por desaparecer, disfruta el vuelo de las aves que buscan sus nidos en las copas de los árboles, mientras sostiene una taza de barro con café de olla.
Sentado en un tronco de mezquite a un costado de la puerta de madera de la tienda, Chuy Mentiras espera a que se reúnan las personas para comenzar a narrar lo que dice son sus vivencias, o hechos que alguien le platicó o que él presuntamente vio.
Para despertar el interés de su auditorio, promete que algún día platicará lo que vio en la orilla del mundo, allá donde el agua del mar termina y se alza una enorme pared de hielo que nadie puede atravesar.
Chuy Mentiras narra que cuando fue barrendero en la NASA, un ingeniero le dijo que se suspendieron los viajes a la luna porque los últimos astronautas descubrieron una ciudad habitada por seres de otro planeta y ellos les prohibieron regresar allá. A cambio de no volver, les regalaron tecnología extraterrestre.
Chuy Mentiras platica que en tiempos de los abuelos de los que fueron abuelos de nuestros abuelos, cayó un meteorito en lo más profundo de la sierra e incendió el bosque.
El fuego de ese incendio tardó tres días en ser apagado. Entre las cenizas hallaron restos de metales y dos cuerpos calcinados, eran pequeños como niños de 12 años. Los soldados se llevaron todo lo que quedó y no dieron explicaciones de nada.
¡Ah! Y ninguna planta crece en la zona del impacto del meteorito. Es tierra seca en medio del bosque.
Chuy Mentiras asusta a la gente cuando narra que hubo una guerra al otro lado del mundo, los gringos lanzaron dos potentes bombas sobre dos ciudades japonesas que mataron a más de 200 mil personas en menos de 20 segundos.
No quedó nada de esos japoneses. El fuego acabó con sus cuerpos. No hubo ni cenizas que recoger. El viento se llevó todo.
¿Cuántas son 200 mil personas?
¡Mucha gente! Cien veces el número de personas que habitan el poblado. Algo así como cien pueblos de Viudas del Barranco.
Chuy Mentiras cuenta que en uno de sus múltiples viajes casi es tragado por el mar. Que iba en un enorme barco en el Océano Atlántico y una especie de huracán casi los hunde. Durante horas resistieron la tormenta, los rayos y las olas gigantes, así como una especie de voraz remolino que amenazaba con tragarse la nave. El hombre dice que nunca regresara al Triangulo de las Bermudas, porque en ese lugar del mar, desde hace siglos desaparecen aviones, barcos y personas.
Y para reafirmar el miedo que siente nomás al recordar esa aventura que casi le cuesta la vida, muestra como se le erizan los vellos de sus brazos y se le ponen como piel de gallina cocida.
Es el año de 1982 y Chuy Mentiras dice que conoció a un anciano llamado Gulliver que viajó a dos islas. En una él era un gigante porque sus habitantes eran muy pequeños, como del tamaño de la palma de su mano. Pero la segunda isla era habitada por gigantes y él apenas era del tamaño de una de las palmas de sus manos.
Algunos no creen en esa historia de las islas, pero Chuy Mentiras dice que a él se la contó su amigo Gulliver.
Antes de dar el último sorbo a su café de olla, Chuy Mentiras promete que pronto narrará el viaje que hizo a la orilla del mundo, fueron días a bordo de un barco, sorteando enormes y violentas olas, hasta llegar a una zona fría, un mar congelado que termina ante enormes muros de hielo que nadie puede pasar.