Te solté y me sentí libre. Fui como el niño que suelta el hilo del hermoso cometa y ve perderse en el cielo aquello a lo que estaba atado.
Supe que quizá no te volvería a ver y acepté que ambos ya éramos seres del pasado. Aprendí de todas las risas y el llanto que compartimos.
Los silencios fueron lecciones que me llevaron a tomar decisiones, hallé el reconfortante perdón, di las infinitas gracias y el sano adiós.
Nos convertimos en dos extraños viviendo bajo el mismo techo. Éramos un par de desconocidos compartiendo la cama. Dormíamos pegados el uno al otro, pero ya no compartíamos los sueños.
Estuve en cuerpo, pero no en alma. Fui ausencia en presencia. No estaba para ti, ni estuve para mí. Me sentí un bulto dentro de cuatro paredes.
Estuvimos atrapados, secuestrados en ese angosto callejón, pero fingíamos que no nos dábamos cuenta. Sabíamos lo caro que era el pago del rescate, lo costoso que sería salir de ahí y que cada quien tomara rumbos distintos.
No sé en qué momento nuestra relación se volvió una pesada ancla. Nuestro barco no avanzaba. No había un puerto esperándonos. Nada nos impulsaba y estábamos atrapados, varados en medio del océano. La nave se hundía y nosotros dentro de ella. Tuvimos que saltar y salvar nuestras vidas.
Por un tiempo naufragamos.
Nos costó aceptar que lo que había se esfumó. Aquello que una vez nos unió se borró. Fueron como huellas en la arena del mar que desaparecen bajo las suaves olas. Resultó que no era tan fuerte como creíamos.
Si un día creí que sin ti no podría vivir, hoy sé que es mejor no compartir el aire que respiramos.
A donde vayas te irá mejor que a mi lado. Tus pasos y los míos tenían tiempo que iban por caminos distintos. Fue bueno el tiempo que caminamos juntos, pero ya pasó.
El mundo es tan pequeño que si nos volvemos a ver bastará una sonrisa entre ambos para saber que estamos bien.
Cerramos la puerta y lanzamos la llave al vacío. Quizás el tiempo sane aquello que todavía no haya sanado, o quizá no, hay ocasiones que las heridas no cierran y algunas dejan tremendas cicatrices en el alma, como hierro caliente en la piel.
Un trozo de nieve rodó cuesta abajo, a su paso fue creciendo y cuando reaccionamos teníamos la avalancha encima de nosotros.
No salimos de esta aventura igual que cuando subimos a la montaña, cada quien se lleva sus raspones y los cura con su saliva.
Si un día quieres podemos platicar, pero no regresar. Podremos escucharnos, abrazarnos, y quizá nos engañemos y creamos que todo está bien, pero será un espejismo, ya que la soledad nos llevará a buscar refugio donde antes estuvimos a salvo, pero no completos.
Que Dios bendiga tu camino y haya gente buena por donde vayan tus pasos. Que encuentres lo que no pude ser y que tu alma sea plena, mereces ser muy feliz.
Cuando me pregunten por ti, diré que eres la persona a la que más he amado. Con la que pensaba estar el resto de mis días. No podré soñar con nadie lo que soñé contigo. Nos quedamos sin alas y con un cielo abierto que no podíamos volar. Nos dijimos adiós antes de perder los pies.