México, 21 ago (EFE).- Liderado por el uruguayo Hugo Silveira, el Querétaro visitará este sábado al Atlas, confiado en seguir burlando la ley de gravedad en el Apertura del fútbol mexicano, en el que se niega a ejecutar la caída que le pronostican.
Es uno de los tres cuadros más humildes del torneo, dirigido por Alex Diego, el entrenador más joven de la liga, pero la semana pasada venció al Cruz Azul y le bajó los humos a un equipo que no perdía desde enero, lo que ratificó al golear el domingo 4-1 al líder América, con dos goles y una asistencia de Silveira.
«Confiamos en nosotros, y si los rivales quieren pensar que somos menos, es cosa de ellos. El Querétaro va a jugar cada partido como una final», advirtió Diego cuando le preguntaron cómo consiguió pasar por encima de los dos primeros de la tabla, cuyos planteles valen cuatro veces más.
Con una inversión de apenas 14,3 millones de euros, los Gallos son una pandilla de entusiastas que en cinco semanas aprendieron a mantener el orden en la defensa y a partir de ejecutaron latigazos como los cuatro con los que magullaron al América.
No podrán vivir de eso todo el año porque los rivales le agarrarán la maña, pero el entrenador confía en su capacidad de improvisación, en estabilizar el orden de su zaga y apostar al buen tino de los delanteros.
Con dos triunfos, un empate, dos derrotas y siete unidades, el Querétaro aparece en el séptimo lugar, que tratará de mejorar este fin de semana cuando se meterá en la casa del sufrido Atlas, último de la clasificación con dos puntos.
En la sexta jornada Silveira encabezará a una cuadrilla de sudamericanos que completarán sus compatriotas Sebastián Sosa, delantero, Kevin Ramírez y Gonzalo Montes, volantes y el defensa Martín Rea, quienes buscarán más milagros junto al brasileño Francisco Da Costa, el paraguayo José Doldán y a los ecuatorianos Jonathan Betancourt y Jonathan Perlaza.
El equipo fue desangrado antes de empezar el campeonato. Sus principales figuras emigraron y Diego, de 35 años, debió empezar de cero con jugadores alejados de los reflectores, a los que les hizo creer que el fútbol es un juego democrático y si trabajan, pueden tutear a cualquiera.
Con barba juvenil, un saco moderno, a veces con el móvil en la mano, el millennial Alex Diego va contracorriente, obsesionado con hacer quedar mal a quienes vaticinan que su equipo está destinado a ocupar uno de los tres últimos lugares del campeonato.
Sin estadísticas arrolladoras, el Querétaro es la revelación del Apertura, y si gana este sábado, Diego mantendrá su idea de que la física puede ser negada en el fútbol y ellos desobedecer el guión, según el cual deben doblar la cerviz ante los grandes y resignarse a caer en picada a las mazmorras de la clasificación.
Es un discurso temerario, casi iluso, pero el entrenador lo demostró ante los dos mejores equipos de la liga y después de eso sus futbolistas creen que todo puede ocurrir.