Hace un par de días, imágenes de un video que circularon profusamente por las redes sociales levantaron ámpula, porque se ve cómo civiles armados —¿o criminales?— corretean y hacer huir a las fuerzas del orden en un conflictivo municipio de Michoacán.
Para pronto se dieron las respuestas de repudio, siendo una de las más críticas la del ex-presidente Felipe Calderón, quien comentó que las autoridades no pueden ser humilladas de esta manera; por cierto, a este ex-mandatario le atribuyen haber comenzado la guerra contra el narco, que ya nadie pudo detener.
Pero lo que realmente preocupa es la reacción de Andrés Manuel López Obrador, el presidente de todos los mexicanos, que justificó lo injustificable al destacar la actitud “responsable” del Ejército de no enfrentarse con los delincuentes, por lo que hicieron bien en huir, pero la frase demoledora textual fue: “cuidamos a los elementos de las Fuerzas Armadas, de la Defensa, de la Guardia Nacional, pero también cuidamos a los integrantes de las bandas. Son seres humanos, ésta es una política distinta”.
Esta polémica declaración provocó la molestia de casi todos los sectores, pues aunque cierto es que son seres humanos, éstos han dejado una estela de muerte y destrucción a su paso, ellos sí no han tenido contemplaciones para provocar una sangría en prácticamente todos los rincones del país.
Y por si fuera poco, el Presidente culpó, como siempre, a sus antecesores, e insistió en que su política de “abrazos, no balazos” está dando resultados, cuando los únicos abrazos que se dan son los de las condolencias a tantos deudos de víctimas de estos criminales que “también son seres humanos”.
El mensaje cayó como balde de agua fría, pero que les pregunten qué opinan los padres de los desaparecidos, de los secuestrados, de los asaltados, de inocentes que pierden la tranquilidad o hasta la vida por estar en el lugar y momento equivocados, de los ejecutados… a las víctimas directas o indirectas de las masacres que se han realizado a lo largo y ancho del país, a todos los huérfanos de la violencia, a los allegados de los periodistas asesinados…. y así, la lista es interminable, como lo es la actual situación que sufre la población de este país.
Cierto, el mandatario tiene la obligación de cuidar a los mexicanos, pero también de poner orden en casa, algo que no se ha podido realizar en varias áreas, sobre todo en las más sensibles.
Ante tal declaración sólo queda pensar que el respeto y el cuidado se ganan y los criminales no se lo merecen, así como la sociedad tampoco se merece sentirse huérfana por las ineficiencias de sus propias autoridades.