Cuando mi Gorda Madre se quedó sin vista a causa de las cataratas que poco a poco fueron nublando sus ojos, también perdió mucha calidad de vida. Heredó esos nubarrones grises de su papá y luego tuvo miedo que alguno de sus hijos fuera a sufrir lo mismo.
Aprendimos a contar los escalones para que subiera y bajara las escaleras del departamento y no fuera a caerse. Agudizó el oído, perdió uno de sus sentidos, pero fortaleció otro. Todo escuchaba la señora.
Siempre salía acompañada. Cuando nos encontrábamos con alguna de sus amistades en el camino, le indicábamos en voz baja de quién se trataba y de qué lado venía para que ella la saludara.
Visitó médicos y hospitales en busca de recuperar su vista. Se le programó una cirugía en León, Guanajuato, y ella estaba emocionada porque le colocarían “un lente holandés”.
Varios días estuvo con un parche de gasa en el ojo, guardando reposo mientras el lente se acoplaba al cuerpo.
Lamentablemente la cicatrización fue mala y no recuperó del todo su vista de ese ojo. Pero al menos, medio veía bien con un ojo.
El consuelo, en ese entonces, era que de ser ciega pasó a ser medio ciega.
Bromeábamos para tratar de aligerar la presión que ella sentía. En el transcurso de ese tiempo conoció a más personas en su condición y hablaba con ellas, les daba consejos de cómo sobrellevar la ceguera, pero ya en privado nos platicaba que muchas de esas personas eran niñas, niños que se entristecían con mayor facilidad.
Años después se le realizó el trasplante de una córnea. Durante mucho tiempo estuvo en lista de espera. Le informaban de cuántas personas seguía. La emoción creció cuando le informaron que estaba entre los 10 siguientes pacientes.
Con semanas de anticipación preparó una maleta porque la cirugía sería de un día para otro y debía estar lista. Estaba muy nerviosa, impaciente, emocionada, nosotros también, pero lo de ella era distinto. El sonido del teléfono le emocionaba esperando la llamada en la que indicarían día y hora de presentarse en la clínica.
Su cirugía fue en el Hospital del Banco de Ojos ubicado en la calle Primo Verdad en el Centro Histórico de Aguascalientes. Antes fueron las instalaciones de la Cruz Roja Mexicana. Hace meses pasé por ese lugar y está en el abandono.
Esa cirugía fue un éxito. Recuperó la vista de su ojo. Estaba muy emocionada y nosotros con ella. No supimos a quién agradecer. No dan informes de qué persona fue la que como última voluntad tuvo la de donar sus córneas al morir.
Luego vinieron los cuidados que implica tener una córnea ajena en tu ojo. No debes realizar esfuerzos que puedan provocar presión en los globos oculares. Hay que usar gotas para lubricar el ojo. Lentes que protejan a los ojos del viento y del polvo.
Su ojo era gris, opaco, sin brillo, como el ojo de un cadáver.
Años después un vecino sufrió un accidente. Cayó y se golpeó la cabeza. Mis hermanos corrieron a ayudar. Revisaron sus ojos y vieron en ellos el gris opaco que ya conocíamos. El hombre estaba muerto.
Tengo fotografías de mi Gorda Madre en el que se ve su ojo gris. Podría editar la imagen y emparejar el color de la mirada, pero no sería ella. Su ojo gris, su córnea donada, fue parte de su vida, de nuestra vida como familia.
Por siempre estaremos agradecidos con el donador de córneas que le regresó la vista a mi Gorda Madre.