París, 6 feb (EFE).- El día que a Eduardo Arroyo le lanzaron el desafío de ilustrar los personajes de la «Comedia humana», que reúne la obra completa de Balzac, el artista español se lanzó a un labor inmensa en la que, además de sacar a la luz figuras claves de la literatura universal, impregnó las obras de su propia personalidad.
Fue una tarde de 2015 en Madrid, recuerda a Efe Yves Gagneux, director de la Casa de Balzac en París y comisario de la exposición que reúne desde este jueves tres decenas de las obras que Arroyo dejó en la persecución de aquel reto que solo detuvo su muerte en 2018.
«No tuve que decírselo dos veces», rememora Gagneux, que muestra con orgullo el resultado: retratos de Balzac, de los personajes de la obra construidos en la imaginación de Arroyo y de los lugares en los que el maestro francés creó su particular universo de la sociedad decimonónica.
ARTISTA DE TEMPERAMENTO
Ahí quedó patente la personalidad de Arroyo, artista «de temperamento fuerte y muy comprometido», según el comisario, que vivió el desafío casi como una obsesión.
Nunca antes un artista de su envergadura se había atrevido a ilustrar «La Comedia humana».
Arroyo recogió el guante y mostró la pasión que sentía por Honoré de Balzac, cuya figura conoció primero en su exilio parisiense a través de la escultura que de él hizo Rodin y, posteriormente, de un libro que le dedicó su amigo Pablo Picasso.
De ahí, solo hubo un paso hacia una pasión casi obsesiva, que le llevó a atesorar una rica colección de títulos del literato francés.
«Conocía incluso libros muy íntimos, que casi nadie había leído. Pero también se informó sobre él, leyó su correspondencia, obras que otros escribieron sobre Balzac», señala el comisario.
En ese terreno abonado cayó el desafío de poner imagen a personajes salidos de la pluma del escritor, «collages» o dibujos que tratando de reflejar su alma acabaron por reflejar el de Arroyo.
UN TRABAJO MINUCIOSO
«Hace un trabajo minucioso, lento, pasa horas con cada retrato. Y ese proceso de memoria impregna las obras. Es un trabajo de expresión personal. Cuando se mira una obra, se ve la biografía de Arroyo, además de la de Balzac», asegura Gagneux.
Porque Arroyo se lanzó a esa tarea en el tramo final de su vida, cuando el representante de la «figuración narrativa» había comenzado un trabajo de introspección en su propia memoria que encajó a la perfección en su trabajo sobre Balzac.
La simbiosis se beneficia del gran conocimiento que Arroyo tenía de la literatura en general, por su condición de aguerrido lector, y de la del genio francés en particular.
Los personajes y retratos de «La Comedia humana» reflejan la complejidad de la que quiso dotarles Balzac, pero también su universalidad, tanto en el espacio como en el tiempo.
«En esa labor dejó también parte de la ‘comedia humana’ del propio Arroyo, una ‘comedia’ viva, actual», porque «Balzac no es un escritor del pasado, es universal, como Sheakespeare, Cervantes o Tolstoi», dice Gagneux.
ZANJADO POR LA MUERTE
La muerte a los 81 años del artista madrileño zanjó su vasto propósito. Arroyo apenas pudo dejar trazo de una veintena de los personajes descritos por Balzac, más de 2500.
Pero fue el reflejo de una tarea exhaustiva que el pintor ya había intentado con otras cumbres literarias, como el «Ulises», de James Joyce.
Una interrelación entre las letras y la obra del artista español que la exposición de París ha querido dejar patente a través de una aplicación informática.
Es el punto culminante de una exposición que llena el sótano de la casa en la que Balzac escribió algunas de sus obras maestras y de cuyas paredes cuelgan ahora personajes como Olympe Pélissier, Goriot, el coronel Chabert o Melmoth vistos con el ojo peculiar de Arroyo.
Por Luis Miguel Pascual