Londres, 26 nov (EFE).- Los primeros trabajos del modernista británico David Bomberg (1890-1957) se mostrarán desde mañana en la National Gallery junto a algunas obras de grandes pintores europeos, como Miguel Ángel o El Greco, en quienes se inspiró para incubar un estilo que lo llevó a situarse lejos de la tradición.
La exposición,»El jóven Bomberg y los antiguos maestros», exhibirá hasta el 1 de marzo los cuadros en los que plasmó la influencia que tuvieron sobre su forma de crear varios antiguos maestros, a quienes estudió y diseminó durante su adolescencia.
En una fascinante paradoja, el artista consiguió abrazar el arte del pasado para dar un salto radical, lograr sus propias marcas y contribuir así de forma rompedora al Modernismo del incipiente siglo XX, hasta la Primera Guerra Mundial.
«Bomberg se percató de que algunos antiguos pintores tenían mucho que decirle porque en su día ellos también fueron revolucionarios, como Michelangelo o el Greco, que en su día fueron muy radicales. Bomberg se percató de ello y quería hacer lo mismo en el siglo XX», explicó a Efe el comisario de la exposición, Richard Cork, en la presentación de la muestra a los medios de comunicación.
En total se exhiben nueve obras del artista británico junto a algunos de los cuadros de sus referentes que lo inspiraron, como el «Retrato de joven» de Botticelli, donde el renacentista rompió la tradición al reflejar a un hombre en posición frontal con una mirada directa.
Inspirado en él, se dibujó con la misma mirada y el mismo pelo corto que la figura del italiano, e incluso mandó que le hicieran una camisa como la que llevaba el joven de Boticelli para autorretratarse.
Bomberg nació en 1890 en Birminghan, en el seno de una familia de inmigrantes polacos con once hermanos. En 1895, se mudaron al este de Londres, al barrio de Whitechapel, donde pasó su infancia y adolescencia.
«David fue un artista joven, rebelde y quería hacer algo nuevo, radical y experimental. Sin embargo, a la vez venía desde el este de Londres hasta la National Gallery en la plaza de Trafalgar porque amaba a los antiguos maestros», detalló Cork.
«Bomberg tenía prisa y una energía tremenda, y creía en sí mismo, aunque a la misma vez era consciente de la importancia de estudiar el pasado, estudiar a los grandes pintores de la historia», añadió.
Gracias a la beca de una asociación judía, Bomberg consiguió entrar en la escuela de arte Slade, donde desarrolló un estilo muy personal a través de sus visitas a las exposiciones de futuristas italianos y posimpresionistas de la capital británica. Su visión, «demasiado radical» para la época, le costó la expulsión de la academia.
Esta visión es la misma que plasmaría un año más tarde en su pieza maestra «The Mud Bath», pintada cuando solo tenía 23 años, donde se hace eco del famoso cuadro «Santo Entierro» de Miguel Ángel.
En una especie de profecía de la guerra que estaba a punto de comenzar en Europa, el lienzo muestra figuras mecánicas que parecen unirse en un baile coloreado por tonos rojizos.
Fue la contienda mundial lo que desencadenó un gran cambio en su estilo, fruto del desencanto con la mecanización y la violencia que experimentó él mismo en las trincheras, donde perdió a su hermano y a varios de sus amigos más cercanos.
Sus cuadros se volvieron más figurativos, dando lugar a piezas como «Sapper at Canvas: A Canadian Tunnelling Company», donde muestra a soldados canadienses construyendo túneles debajo de las trincheras alemanas para almacenar explosivos y que fue calificado de «aborto futurista» en la época.
Hacia el final de la década, el británico desarrolló un estilo aún más expresivo y se dedicó a pintar paisajes en sus numerosos viajes que lo llevaron hasta Escocia, Chipre, la Unión Soviética, Palestina y España.
Bomberg, que no recibió la aprobación de la crítica hasta después de su muerte en 1957, también impartió clases en Londres a alumnos como Frank Auerbach y Leon Kosoff.
Por Marta Pérez-Cejuela