Un enfrentamiento radical ha surgido entre los empresarios y el Presidente a propósito del outsourcing o subcontratación. Pues bien: en ese conflicto yo me declaro abiertamente en favor de López Obrador. Nadie podrá acusarme de ser partidario de AMLO y de su 4T. Él mismo me señaló en alguna de sus comparecencias matutinas como uno de sus mayores críticos. Muchas veces he dicho que con sus erráticas políticas y sus casi cotidianas ocurrencias ha causado graves daños a nuestro país. Sin embargo creo que en este caso, el del outsourcing, el Presidente está luchando por proteger a los trabajadores contra los abusos de algunos empresarios, y en esa lucha no puedo menos que estar con él. Veo en la tal subcontratación visos de trampa, de maniobra fraudulenta para evadir obligaciones laborales y eludir impuestos. Por principio de cuentas eso de «subcontratación» suena a sub-trato. No ha de permitirse ningún procedimiento tendiente a privar de sus legítimos derechos a quien trabaja, entre ellos un salario justo y las prestaciones determinadas por la ley. En tal sentido AMLO no debe dar ni un paso atrás, si me es permitido el uso de esa frase inédita, ni hacer concesión alguna que en cualquier forma perjudique a los trabajadores. Soy firme partidario de la libre empresa, pero pienso que no ha de ser tan libre como para conculcar derechos atentando lo mismo contra la ley que contra la justicia. Una de las mayores culpas en que cualquier empleador puede incurrir es no pagar el justo salario a sus obreros. Ese deber es no sólo norma de ley, sino también prescripción religiosa. Hoy por hoy vemos empresas con ganancias exorbitantes, y trabajadores con bajos salarios y nulas prestaciones, resultado muchas veces de imposiciones a las que por fuerza han de someterse, pues de otro modo no podrían conseguir el pan para sí mismos y para sus familias. No es justo ni debido tener trabajadores a los que se trata como a herramientas, no como a personas. Dejar de pagar a un obrero el salario justo; privarlo de las prestaciones que por ley le corresponden; despedirlo injustamente sin indemnizarlo; evitar que tenga seguridad social y que pueda aspirar a una jubilación digna, constituyen abusos graves. Son, como antes se decía, injusticias que claman al cielo. Si las leyes permiten tal cosa hay que corregirlas o derogarlas. Entiendo que ésa es la postura de López Obrador. Tal es también mi convicción, y no dudo en expresarla claramente. Me dicen que no todas las empresas hacen mal uso del outsourcing, y que habría que analizar caso por caso a fin de que las manzanas buenas no sufran daño junto con las podridas. Yo me pregunto si esa forma de contratación no está viciada de origen, y si las injusticias que trae consigo no deben eliminarse por completo. El buen trato a los trabajadores no daña a las empresas, antes bien las lleva a su prosperidad. Lo muestra el magnífico ejemplo que dieron los empresarios regiomontanos desde principios del pasado siglo. Se adelantaron por mucho a los gobiernos, y otorgaron a sus obreros y empleados no sólo el debido salario, sino también prestaciones sustanciales en materia de salud, educación y bienestar en general que no han sido superadas hasta ahora. Eso forjó la grandeza de Monterrey y de sus empresarios, muchos de los cuales, como don Eugenio Garza Sada, tienen hoy consideración de próceres. Ninguno de ellos trató injustamente a sus trabajadores para obtener de ellos un provecho indebido. Contra eso, entiendo, va López Obrador al oponerse a los males del outsourcing. Ya lo dije: en este caso estoy con él. FIN.
MIRADOR
Por Armando FUENTES AGUIRRE
Oí el cuento del señor que fue a una barbería para que lo afeitaran. El dueño del local le indicó que el trabajo lo haría su hijo, muchacho en vías de aprendizaje, pues él esperaba a un parroquiano habitual que no tardaría en llegar.
A las primeras de cambio el aprendiz le hizo una cortada al señor en la mejilla. «¡Ay!», exclamó el señor. Al oír eso el barbero tomó la gruesa tabla que servía para que los niños se sentaran en el sillón y la emprendió a golpes contra su hijo, llamándolo torpe e incapaz. El muchacho evadió los golpes, que fueron a dar todos en la cabeza del señor. Lo mismo volvió a suceder dos o tres veces más: corte al señor y golpes dirigidos al aprendiz que recibía todos el señor.
Sucedió que en una de ésas el muchacho le cortó al desdichado cliente una oreja, que cayó al suelo. Le dijo muy apurado el señor al aprendiz: «¡Rápido, tápala con el pie, pues si la ve tu padre me matará a tablazos!».
Sirva esta historieta de alivio, siquiera sea momentáneo, al confinamiento de hoy.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
Por AFA
«…La Ley Federal del Trabajo será reformada…»
Dijo uno de Monterrey
con marcado desparpajo:
«Antes de cambiar la ley
primero que haya trabajo».