«Me da 200 gramos de estricnina» -pidió una mujer en la farmacia. «No puedo venderle eso -le dijo el farmacéutico-. Lo que usted solicita es un veneno capaz de matar a un ejército». «A ningún ejército quiero yo matar -replicó la señora-. Sólo deseo enviar al otro mundo a mi marido, que me está engañando». «Asunto es ése conyugal que no me incumbe -alegó el apotecario-. No le venderé el veneno». De su bolso sacó la clienta una fotografía. «Mire usted con quién me pone el cuerno». El hombre vio la foto. La pareja del infiel consorte era la esposa del farmacéutico. Le dijo éste a la mujer al tiempo que le entregaba la estricnina: «Así con receta sí». Dos montañistas se extraviaron en las nevadas cumbres de los Alpes. A punto estaban de morir de frío cuando vieron venir a un perro San Bernardo que llevaba atado al cuello el consabido barrilito con brandy. Uno de los alpinistas le dijo al otro: «¡Estamos salvados! ¡Ahí viene el mejor amigo del hombre!». «¡Sí! -se alegró el otro-. ¡Lo trae un perro!». La vaca del convento tiraba coces y coletazos cuando sor Bette la ordeñaba. «¡Desgraciada! -le reprochó furiosa la hermanita-. ¡Si no te gusta que te agarren las tetas métete de monja!». Los postulados de Marx siguen teniendo vigencia. Hablo de los de Groucho Marx, que los de Karl se encuentran ya en los desvanes del olvido. Dijo en cierta ocasión el ingenioso conductor de «Bet your life»: «Cuando en una cena alguien empieza a presumir de honrado, de inmediato me pongo a contar los cubiertos de la mesa». La lucha contra la corrupción es tarabilla en el discurso cotidiano de López Obrador. Incompleta está su prédica, pues la refiere sólo al robo de dinero. Corrupción es también destinar al arreglo de un estadio para su hermano recursos que con urgencia se requieren para hacer frente a la epidemia. Corrupción es tomar por asalto las instituciones a fin de aumentar su poder personal. Corrupción es defender a corruptos. Corrupción es hacer consultas mentirosas para disfrazar imposiciones ciertas. Corrupción es comprar voluntades con dádivas y repartimientos de poder. Claro que decir todo esto es clamar en el desierto. Los innumerables seguidores de AMLO tienen ojos para ver y no ven; tienen oídos para oír y no oyen. Así las cosas la popularidad del Presidente es grande, como grande es también su influjo sobre la masa que lo apoya. Podrán desgañitarse quienes descubren los excesos absolutistas de López Obrador y los exhiben: la demagogia del tabasqueño seguirá anulando los razonamientos de sus críticos. Todas las evidencias muestran que la pandemia de coronavirus va para largo. También para muy largo va este otro virus, el del populismo engañador. Tiempo de Cruzadas. En la aldea había dos herreros. Uno se veía próspero, boyante; el otro parecía al borde de la quiebra. «¿Cómo le haces? -le preguntó éste a aquél-. Yo les vendo a los señores los cinturones de castidad a mayor precio que tú, y sin embargo a ti te va mejor». Explicó el otro: «Donde gano es en las llaves que les vendo a las señoras». En un pequeño pueblo de Estados Unidos una chica norteamericana llegó al banco y puso en manos del empleado de la ventanilla un grueso fajo de billetes de cierto país de Sudamérica. Le pidió: «Cámbiame este dinero a moneda americana». El empleado contó pacientemente los billetes, consultó el tipo de cambio y le entregó a la muchacha 35 centavos de dólar. Preguntó ella: «¿Qué es esto?». Le informó el de la ventanilla: «Es el equivalente en nuestra moneda de la cantidad que trajo usted». Exclamó ella con enojo: «Shit! ¡Y además yo tuve que pagar el cuarto!». FIN
MIRADOR
Por Armando Fuentes Aguirre
Las casas tienen alma, digo yo.
Hace ya un año que no vamos a la del Potrero. Tememos llevar al rancho el virus; por eso hemos dejado de ir.
Nos llegan los decires de quienes cuidan la casona. Entran en las habitaciones y les parece oír que los muebles se quejan de su soledad. Rechinan las maderas del gran ropero de doña María; truenan los goznes de la castaña vieja; la mesa de pino de la cocina, vacía de cubiertos y de gente, dejó escurrir de pronto una gota de resina.
¿Qué puedo yo decirles desde acá a esos objetos queridos que están tan allá? Les pediría no desesperar. Cuando esto pase -y pasará- volveremos a juntarnos, si tal la voluntad de quien nos dio la vida y nos la puede pedir de vuelta cuando quiera.
Ojalá regrese yo a Ábrego. Me miraré en la luna del ropero. Pondré la mano en la combada tapa del baúl. Me sentaré ante la mesa de la cocina para mirar la lumbre que arde en el fogón.
Yo no desespero.
Espérenme.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
Por AFA
«…Más de 100 millones de pesos destina AMLO a un estadio de su hermano Pío…»
Le da López Obrador
a su hermano pelotero
esa suma de dinero.
¿Habrá quien le marque error?