Dos cuentos que tienen como leitmotiv la famosa pastillita azul, el Viagra, abren y cierran hoy este espacio. He aquí el primero de esos cuentecillos. Un señor de cierta edad narró en la reunión de parejas: “Jamas había yo tomado Viagra, pero después de un par de años de inactividad conyugal decidí probarlo. ¡Qué sorpresa me llevé! La pastilla produjo el efecto deseado. Con tal efecto me presenté ante mi mujer, y seguramente ella lo consideró un milagro pues exclamó emocionada: “¡Rézale!”. Aclaró de inmediato la señora: “Yo no dije: ‘Rézale’. Dije: ‘¡Órale!’”… Viajero: si llegas a Saltillo encontrarás una ciudad limpia, segura y ordenada, habitada por gente laboriosa que en el trabajo cifra uno de sus más legítimos orgullos. Mi solar nativo se ufana de tener la mejor mano de obra calificada del país, y el más bajo índice de ausentismo laboral en la República. Por eso tantas empresas nuevas han llegado a establecerse ahí. Saltillo ofrece estímulos y certidumbre para la inversión. Un buen Gobierno estatal y municipal —no lo digo yo: lo afirma la voz pública— han propiciado eso en los tiempos recientes. Pero hay otro factor que influye en el hecho de que los saltillenses disfrutemos de una buena calidad de vida: la educación. Desde hace más de un siglo mi ciudad se ha distinguido por la alta calidad de sus instituciones educativas. Está el glorioso Ateneo Fuente, plantel de honda raigambre liberal en cuya tradición se han nutrido innumerables mexicanos. Está la Benemérita y Centenaria Escuela Normal de Coahuila, forjadora de millares de excelentes maestros y maestras. Está la Universidad Autónoma Agraria “Antonio Narro”, de cuyas aulas sale cada año una nueva generación de agrónomos que contribuyen al bien del campo mexicano. Está el Instituto Tecnológico de Saltillo, cuyos egresados son parte esencial del progreso industrial de la región. A la labor de esos planteles públicos ha de añadirse la de una institución privada que goza de prestigio por su alta calidad educativa: la UANE, Universidad Autónoma del Noreste. Su principal inspirador y más firme pilar fundamental ha sido siempre el maestro Higinio González Calderón, a quien la Universidad acaba de rendir justo homenaje por su labor de muchos años. En los principios de la UANE tuve el honor de profesar cátedra en la institución cuando sus aulas estaban en la casa de Higinio. Todo el que vea las grandes y bellas instalaciones que la UANE tiene ahora en Saltillo y en otras ciudades del país juzgará increíble su crecimiento y desarrollo. Felicito al rector de la Universidad, Jorge Verástegui Saucedo, hombre de calidad humana excepcional; al grupo de fundadores de la institución, a sus maestros y estudiantes, por haber reconocido los trabajos y los días de Higinio González Calderón, y le deseo a él y a su obra, la UANE, todo género de venturosas venturas (y que yo las vea)… Un cierto señor fue a la playa y en traje de baño se puso a tomar el sol tendido sobre la arena en decúbito supino, esto es sobre la espalda. Dormido se quedó, y las que al principio fueron suaves caricias febeas se volvieron luego ardientes llamas que mandaron al infeliz señor al hospital víctima de una tremenda insolación. El médico encargado de atenderlo le recetó unas pomadas y ciertos medicamentos analgésicos, tras de lo cual le dijo: “Y tómese ahora mismo esta pastilla azul”. La reconoció el paciente y dijo con asombro: “Pero, doctor, esto es Viagra. ¿Me ayudará a combatir la insolación?”. “La insolación no —reconoció el galeno—. Pero sus efectos evitarán que la sábana que le cubre el cuerpo le roce el cuerpo y le cause molestias y dolor… (No le entendí). FIN.
MIRADOR
Un niño cayó al río y se iba a ahogar.
Su madre, desesperada, clamó pidiendo
auxilio.
Por el camino iba San Virila. Se lanzó al río, nadó esforzadamente hasta llegar al muchachito. Lo tomó con una mano por los cabellos, y nadando con un solo brazo lo llevó hasta la orilla sano y salvo.
La mujer se echó a sus pies, agradecida. Le preguntó:
—¿Por qué arriesgaste la vida tú también? Con uno de tus milagros habrías salvado a mi hijo. Pudiste detener el curso de las aguas, o caminar sobre ellas hasta llegar al niño, o hacerlo que se elevara por los aires y venir a mí.
Respondió San Virila:
—Los mayores milagros son los que hace el Señor a través del esfuerzo de los hombres.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
“…Se mantiene firme el peso…”
Según muchos pareceres
que se han difundido ya,
el peso realmente está
prendido con alfileres.