El acto del amor se cumplió en la habitación 210 del popular Motel Kamawa. Todo indica que la chica quedó muy satisfecha del evento, pues le dijo a su galán, extática: “¿Será igual cuando nos casemos?”. Respondió él: “Depende de con quién nos toque”. La tía de Pepito declaró en la cena de familia: “En toda mi vida he dicho una sola mentira”. Intervino Pepito: “Y con ésta dos”. Lord Feebledick viajó a París, y un paisano suyo lo invitó a una orgía. Ya en el lugar donde se llevaría a cabo la bacanal el visitante le preguntó a su amigo: “¿A qué horas servirán el té?”. El otro, divertido, contestó: “Aquí no se bebe té”. “¿No? -frunció el ceño Feebledick-. ¿Entonces cuál es el objeto de la reunión?”. Mickey Mouse. Caperucita Roja y su abuelita. La sota de copas. Hefestino Bigorno, herrero de Masaviejo, pueblo de la provincia de Jané. Las señoras del Club de Jardinería Piñanona. El equipo de rugby de la Universidad de Mahtraka. Los alumnos del Jardín de Niños Florecita Azul. Sor Bette, la superiora del convento de la Reverberación. El duque Sopanela. He ahí una lista prácticamente exhaustiva de los personajes e instituciones con las que López Obrador no ha agarrado pleito ni ha exhibido como adversarios en sus largas comparecencias mañaneras, única obra visible de su administración (llamémosla así). Cualquiera de esas personas o agrupaciones podría serle útil como elemento distractor cuando salga a la luz alguna nueva corruptela de sus allegados o algún otro desatino suyo o de la corte que lo rodea en medroso silencio y temerosa inactividad. Con sus inútiles y absurdas querellas personales AMLO hace de México objeto de reproche o irrisión, y lo presenta al mundo como país poco confiable en el cual reina la incertidumbre para la inversión y donde las empresas y los empresarios no están al amparo de las leyes, sino expuestas al caprichoso arbitrio presidencial. Pudiendo ser próspero socio de otras naciones, y campo propicio para la productividad y la creación de empleos, nuestro país es visto como república bananera sujeta a la caprichosa voluntad de un solo hombre anclado en ideologías ya obsoletas. Ninguna duda cabe: México está perdiendo prestigio en el extranjero, a la vez que retrocede en el interior. Quienes recomiendan un cambio radical en el rumbo de la nación se quedan como el que chifló en la loma, según dice el proloquio popular de aquél al que no se le hace caso y se le tira a lucas. Entre ellos -y a mucha honra- se cuenta el que esto escribe, quien se propone seguir predicando en el desierto, oficio por demás noble, elevado, y que prestigia a quien lo ejerce. “Cada uno de mis cabellos te pertenece -le dijo en amoroso arrebato Dulciflor a su novio Pitorrango-. Tuya es mi frente. Tuyos son mis labios. Tuyas mi mejillas, y mis ojos tuyos”. Pitorrango le reclamó: “Estás dejando lo mejor para ti”. Usurino Matatías, el hombre más avaro de la comarca, fue a una casa de mala nota; invitó a una sexoservidora a sentarse en su mesa y le ofreció un vaso de agua de limón. Luego le dijo: “Iré contigo al cuarto a condición de que lo hagas como mi esposa”. Preguntó la daifa con curiosidad: “¿Cómo lo hace tu esposa?”. Respondió el cutre: “Gratis”. Castulano, joven varón virtuoso e inocente, casó con Enredina, mujer con sobra de ciencia mundanal. La noche de las bodas él la tomó por los hombros y le dijo con solemne acento: “Amada mía: tengo un regalo para ti. He sido casto, honesto, y esta noche te entregaré ese precioso obsequio: mi virginidad”. “Gracias, Castu -respondió ella-. Llegando a casa yo te compraré una corbata”. FIN.
MIRADOR
Tan enorme el mar, y bastan solo tres letras para designarlo.
Tan inmenso Dios, y lo nombramos con cuatro letras nada más.
Tan grande el amor, y cuatro letras también son suficientes para llamarlo.
También con cuatro letras decimos el nombre de la rosa.
Cuatro letras requerimos igualmente para escribir “mamá”.
Hay en mi vida un ser que es tan grande como el mar, tan inmenso como Dios, tan amoroso como el amor, tan bello como la rosa, tan lleno de cariño como una madre.
Y sólo tengo que escribir dos letras para decir su nombre.
Tú.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
“…Faltan vacunas…”
Lo diré de cualquier modo.
Faltan los medicamentos
y otros varios elementos.
Al rato faltará todo.