La mujer troglodita le dio un garrotazo en la cabeza al hombre de la Edad de Piedra, lo metió en su cueva arrastrándolo por la hirsuta melena y luego les comentó a sus vecinas: “Son tan pendejos que a veces nosotras tenemos que tomar la iniciativa”… Lord Feebledick y su esposa lady Loosebloomers iban a construir una nueva residencia en Londres. Milord revisó el plano que le presentaba el arquitecto y observó: “Mis habitaciones no tienen cuarto de juegos. ¿Dónde voy a meter a mis amigos?”. Acotó lady Loosebloomers: “Y mi recámara no tiene clóset. ¿Dónde voy a meter yo a los míos?”… Mejor será no hablar aquí de la Olimpíada. Eso equivaldría a mentar la soga en casa del ahorcado. Será mejor callar que los pobres resultados obtenidos en Tokio por nuestra delegación son un reflejo de los paupérrimos frutos que en materia de sociedad, economía y política se están consiguiendo en el país. No arriesguemos una explicación de ese fracaso diciendo que todos los mexicanos que pueden correr, saltar o nadar ya se pasaron “al otro lado”. No digamos que López Obrador tendrá otros datos: nuestra participación en Tokio fue un éxito, pues el bronce es un metal que actualmente alcanza un buen precio en el mercado. Todo esto que digo no es culpa de los atletas. Para ganar una competencia olímpica se necesitan tres cosas, a más de facultades y dedicación: dinero, dinero y dinero. Sin apoyo por parte del Gobierno es difícil alcanzar triunfos, y el único apoyo que ha dado el Gobierno en estos últimos tres años ha sido al propio Gobierno a través de las dádivas que entrega a su clientela electoral. Siempre he sido poco afecto a la práctica de los deportes, lo confieso con moderada pena. No me arrepiento de eso: los más de mis amigos que jugaron con pasión algún deporte en tiempos de la juventud tienen ahora problemas de columna, de rodilla, de pelvis, de clavícula, de alguno de los más de 200 huesos que forman el esqueleto humano según el libro de Anatomía de Testut. Los únicos juegos que veo en la televisión son los de la Serie Mundial de Beisbol, el partido final de la Copa del Mundo y el Super Bowl. Desde luego eso no constituye ningún mérito, de modo que no lo digo por jactancia o esnobismo, sino sencillamente porque así son las cosas. A mí lo que me gusta —aparte de otros maravillosos dones de la vida— es el buen cine, la buena música, la buena lectura —por placer, no para combatir al capitalismo—, el ajedrez, los crucigramas de R. Charles. No lo digo por esnobismo o por jactancia, sino sencillamente porque así son las cosas. En lo que atañe a la próxima Olimpíada, si las cosas siguen como están en la 4T ni siquiera tendrá caso presentarnos en París. Y menos si el precio del bronce baja en el mercado… En el manicomio una de las internas andaba de un lado a otro canturreando feliz y mostrando una gran sonrisa de satisfacción. Un visitante le preguntó al director la causa del contento de la mujer. Explicó el funcionario: “Es que tenemos siete alienados que se creen Napoleón, y ella es la única que se cree Josefina”. El joven profesor les confió a sus discípulos que su mayor deleite era hacer el amor con su linda esposa. A su mujer, sin embargo, le contó que les había dicho que su gozo más grande consistía en ir a la iglesia con ella. En una reunión social con los estudiantes la señora les comentó: “No me explico por qué mi esposo les contó que su placer más grande es ése que les dijo. En los cinco años que llevamos de casados lo ha hecho tres veces nada más. La primera tuve que obligarlo. La segunda fue cuando nos casamos. Y la tercera vez se quedó dormido”… FIN.
MIRADOR
Dos cosas convencieron a John Dee de abandonar el claustro de la Universidad: los ojos de una mujer.
Aún no sabe si esos ojos son de un leve azul casi verde o de un tenue verde casi azul. Sólo sabe que una mañana lo miraron al pasar, y desde entonces lo único que lleva en sí es esa mirada.
Sucede que es la mirada del amor, o sea de la vida. Sucede que es la mirada de la vida, o sea del amor. Y al amor y a la vida ningún hombre les puede decir “No”, a menos que esté poseído por alguna inhumana locura.
Dee estaba poseído por la locura de saber. Esto es decir que estaba poseído por la soberbia. De esos dos males lo libró aquella mirada.
Ayer su amigo Erasmo fue a su casa a hacerle una visita. Lo halló en el jardín, haciendo de caballito para su hijo más pequeño. Desde el balcón miraban con amorosa ternura al padre y al niño unos ojos de un leve azul casi verde o de un tenue verde casi azul.
Entonces el filósofo de Rotterdam entendió que él no sabía nada, y que el hombre que la hacía de caballito lo sabía todo.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
“…Harán más películas
mexicanas de bandidos…”
Con la noticia que citas,
y que saco de contexto,
tendremos otro pretexto
para comer palomitas.