Un tipo le contó a su compadre: “Mi mujer me pidió ayer mil pesos. No traía yo dinero, y me dijo que saldría a la calle a conseguirlo. Salió, en efecto, y por la noche regresó con los mil pesos. No sé de dónde los sacaría”. Exclamó el compadre: “¡Ah qué mi comadre tan ventajosilla! ¡Nada más yo le pagué 2 mil!”… La pequeña Rosilita le dijo a su vecinita: “Yo tengo 5 años. ¿Cuántos tienes tú?”. Vaciló la niña: “No sé si 4 ó 5”. Le preguntó Rosilita: “¿Ya te gustan los niños?”. Respondió la chiquitina: “No”. Dictaminó Rosilita: “Entonces tienes 4”… La Presidencia de la República se ha convertido en una Presidencia Municipal más de Tabasco. Eso muestra la inseguridad de López Obrador, su creciente inquietud ante los problemas de toda índole que afronta y que no ha sido capaz de resolver. Y no es que sus paisanos a los que ha dado nombramientos de importancia puedan afrontar esa problemática. El Presidente quiere resolverlo todo por sí mismo. En el caso de Gobernación, si doña Olga fue el florero, don Adán será el tibor. Pero AMLO es como un muchacho que en situación de apuro llama a sus amigos de juventud no para que lo aconsejen, pero sí para que lo acompañen y lo arropen. Otra cosa puede darle el clan tabasqueño a su jefe: lealtad. Es lo que el Presidente busca no sólo en sus paisanos sino en toda su corte: no capacidad ni idoneidad, sino incondicionalidad. A más de sus proyectos faraónicos y la creciente dificultad de terminarlos bien, en tiempo y forma, debe empezar desde ahora a atender el más importante y ambicioso de sus planes: el de su sucesión. Ante la precisión de entregar la banda presidencial —la tricolor, no la suya—, cosa que por fuerza tendrá que hacer si no quiere ir a parar al basurero de la Historia, necesitará que todos sus adictos lo respalden en su decisión, que eventualmente será, piensan algunos, nombrar para que lo suceda no a esta señora, sino a esta otra, pues cosas se están viendo que ya se vieron, menos ocultas, en tiempos de Vicente Fox. El cambio de secretario —o secretaria— de Gobernación da lugar siempre a muchas especulaciones. Ésta es sólo una entre las mil que de seguro surgirán. Por lo pronto, doña Olga —igual que Alfonso Romo, Carlos Urzúa, Víctor Manuel Toledo, Javier Jiménez Espriú y otros— ya sabe desde ahora, y el tiempo se lo confirmará, que no fue un honor haber estado con López Obrador… Clark Kent, tímido reportero de “El Planeta”, de Metrópolis, le declaró su amor a Luisa Lane, colaboradora también de ese periódico, atractiva e inteligente joven. “¡Te amo, Luisa! —le dijo con apasionado acento—. ¡Cásate conmigo!”. Respondió ella: “Me emocionan tus palabras, Clark, y te las agradezco. Eres muy simpático; te considero mi mejor amigo y mi más querido compañero de trabajo. Pero me es imposible aceptar tu proposición”. “¿Por qué?” —se apesadumbró él. Le confesó Luisa: “Porque en secreto estoy perdidamente enamorada de Supermán”. Clark Kent sonrió, aliviado. “Si eso es así —le dijo a la hermosa chica— no hay problema: yo soy Supermán”. “¿Qué dices?” —se asombró ella. “Yo soy Supermán —repitió Clark—. Me oculto bajo este disfraz de reportero de periódico, pero en verdad soy el Hombre de Acero”. Luisa no le creyó. Le dijo: “A ver: enséñame tus bíceps”. Supermán le mostró los poderosos músculos de sus brazos. Pidió ella: “Enséñame tus piernas”. Clark puso al descubierto sus formidables extremidades inferiores. “Ahora —demandó Luisa— enséñame tu ese”. Supermán se llevó la mano a la bragueta. “¡No, idiota! —prorrumpió con enojo Luisa Lane—. ¡La S de Supermán que llevas en el pecho!”… FIN.
MIRADOR
San Ferido es un santo del cual muy raras veces se oye hablar.
Vivió en el siglo VI de nuestra era, en Antioquía. Cuando tenía 18 años de edad renunció al mundo para buscar a Dios. A los 20 se quemó él mismo los ojos con un hierro candente, pues dijo que la vista de las cosas mundanales, especialmente de las mujeres, lo apartaba de su búsqueda.
Así vivió Ferido su existencia, sin gozar aquel precioso don, la vista, que el Señor había puesto en él.
A los 50 años de edad se le acabó la vida al santo. En el otro mundo tampoco pudo ver a Dios. Se lo impidieron su ceguera de cuerpo y su ceguera de alma. Ciego es quien por buscar a Dios renuncia a los dones que el Señor puso en sus criaturas.
Ahora San Ferido está olvidado. Pudo haber visto a Dios y no lo vio.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
“…Olga Sánchez Cordero
irá al Senado ahora…”
No quiero ser obstinado,
y a la razón no me cierro,
pero ¿qué acaso al destierro
se le llama ahora “Senado”?