El enamorado galán le preguntó a su dulcinea: “¿Has tenido otros novios antes de mí?”. “Déjame ver —respondió ella—. Aarón, Abelardo, Adolfo, Alfonso, Amado, Antonio, Arturo, Astolfo, Atanasio, Augusto, Avelino y Áyax”. “Han sido muchos” —se amoscó el romeo. “No me interrumpas —le pidió la chica—. Apenas voy en la a”… Don Algón, ejecutivo de empresa, necesitaba un nuevo contador. Tres aspirantes acudieron a pedir el puesto. Le preguntó al primero: “¿Cuántos son 2 y 2?”. Respondió el solicitante: “4”. Igual pregunta le hizo al segundo. Contestó el hombre: “Pueden ser 4 o pueden ser 22”. Lo mismo le preguntó al tercero: “¿Cuántos son 2 y 2?”. Con otra pregunta replicó el sujeto: “¿Cuántos quiere usted que sean?”. “¡Contratado!” —dijo al punto don Algón… Uglicio, joven varón poco agraciado, se dirigió con vehemencia a la hermosa Dulciflor: “¡Quiero vivir siempre a tu lado!”. “Está bien” —replicó ella. “¿De veras?” —se emocionó Uglicio. “De veras —confirmó Dulciflor—. Te avisaré cuando se desocupe el departamento vecino”… Entre otras muchas, hay tres cosas que no entiendo: el Poema de Parménides; “El ser y el tiempo”, de Heidegger, y la popularidad de López Obrador. A pesar de todos los pesares —y son muchos— seis de cada 10 mexicanos piensan que está gobernando bien, en tanto que cuatro opinan que ni siquiera está gobernando, a menos que las conferencias mañaneras sean una forma inédita de gobernar. De ahí mi asombro ante la aprobación mayoritaria de que goza AMLO. No la atribuyo a su programa matutino, mortalmente aburrido y monótono de no ser por las frecuentes pataletas, rabietas y piruetas del locutor del cotidiano show. Ya poca gente ve esa artificiosa trasmisión, con preguntas hechas a modo por paleros y patiños a sueldo, salva la ocasional asistencia de un o una periodista de verdad. Entiendo, eso sí, que algunos padres de hijos adolescentes los obligan a ver una mañanera como castigo por no haber hecho la tarea o por haber llegado tarde a casa. Pero fuera de eso la audiencia del informe presidencial diario se ha reducido considerablemente. ¿Cómo explicar entonces el buen sitio que conserva el Presidente en las encuestas? Lo atribuyo a su persona, a su personalidad de luchador social, de héroe que sigue en permanente lucha contra los villanos del pasado y contra los nuevos que ha inventado en el presente. Esa visión elemental y maniquea es lo que hace de López Obrador un personaje atractivo para muchos que ven nada más ese aspecto de él, sin considerar sus graves yerros de acción y de omisión. En fin, tenemos AMLO para tres años más —al menos—, y tenemos también MORENA para rato. Quienes no estamos de acuerdo con la política —tan impolítica— de López Obrador debemos acostumbrarnos a esa idea, así como nos resignamos a usar un zapato que nos aprieta… El solitario parroquiano le contó al cantinero del Bar Ahúnda: “Dos veces me he casado, y las dos tuve muy mala suerte con mis esposas. La primera me dejó para irse con otro hombre, y la segundo no”. Doña Macalota, la mujer de don Chinguetas, andaba hecha un basilisco. Su casquivano marido había hecho otra de las suyas. Le reclamó, furiosa: “Supe que le regalaste un broche de esmeraldas a tu secretaria”. “No se lo regalé —aclaró el liviano cónyuge—. Se lo debía”… Dos bebitos de un año de nacidos, Pepito y Rosilita, fueron puestos por sus respectivas mamás en la misma cuna. Le dijo Rosilita a su compañerito: “Yo soy niña. Tú ¿eres niño o niña?”. Respondió el bebé, desconcertado. “No lo sé”. “Mírate allá abajo —le indicó Rosilita—. Si tienes calcetincitos azules eres niño; si tienes calcetitas color de rosa eres niña”… FIN.
MIRADOR
En el fogón de la cocina del Potrero hierve el té de yerbanís. Huele a montaña, huele a bosque, huele a vida.
Don Abundio cuenta una de sus cosas.
—Tenía yo muchos años de no confesarme, pero se iba a casar la hija, y mi mujer me dijo que debíamos comulgar en la misa de la boda, pues los compadres eran muy católicos y de seguro comulgarían. Para eso debía yo confesarme. Le dije al padre que ya ni me acordaba cómo. Él me fue diciendo los mandamientos: “¿Has robado?”. “No”. “¿Has matado?”. “No”. “¿Has levantado falsos testimonios?”. “No”. Cuando llegó a eso de: “¿Has deseado a la mujer de tu prójimo?”, le contesté: “Sí. Pero a mi prójimo nunca lo he deseado. Vaya una cosa por la otra”. El padre se rio y me dio la absolutización.
Masculla doña Rosa, su mujer:
—Viejo hablador.
Don Abundio hace el signo de la cruz con índice y pulgar, se lo lleva a los labios y jura:
—Por ésta.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
“…Policía hace sangrar por la nariz
a una alcaldesa de oposición…”
Diga la de la sangría
—eso le sugiero yo—
que incluso la sangre dio
por defender su alcaldía.