Pirulina es una joven mujer cuyos conocimientos del mundo y de la vida, especialmente en materia de sexualidad, pueden llenar tantos volúmenes como los de la Enciclopedia Espasa (122 tomos, en la edición que tengo). Después de muchos avatares se casó con Candidito, muchacho ingenuo que a lo más que se atrevió en el curso de su noviazgo con Pirulina fue a tomarle la mano. “Es un caballero —les comentaba ella a sus amigas—. No me toca, no se propasa. ¡Ya me tiene harta!”. La noche de las bodas Candidito le dijo a su flamante esposa: “Te llamaré Eva”. “¿Por qué?” —se extrañó ella. Explicó el casto muchacho: “Porque para mí tú eres la primera mujer”. “Entonces —replicó ella— yo te llamaré Licor”. “¿Por qué 'Licor'?” —quiso saber Candidito. Contestó Pirulina: “Porque para mí tú eres el número 43”… Aviso. El próximo viernes aparecerá aquí el cuento “La chivita y el pastor”. Relato más sicalíptico que ése apenas se puede imaginar. Su lectura pondrá escándalo en la mitad de la República y desconcierto en la otra mitad. ¡No se lo pierdan mis cuatro lectores!… En cierta ocasión me entrevisté con Manuel Bartlett cuando era gobernador de Puebla. Lo hice por instancias de un muy querido amigo mío, saltillense de nacimiento, poblano de adopción, quien insistió en que hablara con él. Me causó mala impresión, debo decirlo. Nos hizo esperar más de una hora, y llegó al lugar del encuentro en helicóptero. Según supe después tenía su residencia habitual en la Ciudad de México, y usaba ese medio para trasladarse diariamente a la capital poblana. Me pareció un hombre arrogante, prepotente, un político en quien encarnaban los peores vicios y defectos del PRI de aquella época. No he vuelto a verlo —la vida es a veces generosa—, pero pienso que se ha convertido en una piedra en el zapato de López Obrador, que inexplicablemente lo incorporó a su grupo de colaboradores y más inexplicablemente aún lo sigue manteniendo en él. Ahora el evidente favoritismo de que goza el hijo de Bartlett por parte de la 4T, los contratos millonarios que ha obtenido sin mediar licitación alguna, la complacencia y disimulo del régimen ante los indicios de abusos cometidos por el junior constituyen una forma de corrupción que hace que suenen huecas las cotidianas manifestaciones de AMLO acerca de la honestidad de su gobierno, sus protestas de que “no somos los mismos” y sus reiteradas proclamas de pureza moral y virtud republicana. No puede hablarse de transformación cuando se tolera la repetición de las corruptelas de antes… Uglicia, debo decirlo a pesar mío, era fea de solemnidad. Cierto día su marido la encontró en brazos de un compadre suyo. Le dijo con acento lamentoso al tipo: “Compadre: yo tengo que hacer eso por obligación ¿pero usted?”… Entre los niños que asistían al catecismo impartido por la señorita Peripalda había un costeñito que hablaba con el dejo propio de quienes viven cerca del mar. En una de las clases la catequista preguntó: “¿Cuáles son los pecados mortales?”. El costeñito se apresuró a contestar: “Loj pecaos mortales, chica, son la piraña, el tiburón, la orca asesina.”… Doña Macalota entró sin avisar en la oficina de su esposo don Chinguetas y lo sorprendió en apretado trance de fornicio con su linda asistente Rosibel. Según parece era costumbre en ellos usar a manera de tálamo el sillón grande del despacho, aunque ciertamente el fabricante no lo diseñó para ese fin. Al día siguiente la ofendida señora le contó a doña Chala, su vecina: “Pesqué a mi esposo haciendo el amor”. “Yo también —confesó doña Chala—. Es una manera como cualquier otra de conseguir marido”… FIN.
MIRADOR
Seguramente la primavera no sabe del coronavirus.
Lo digo porque este año está más primaveral que nunca.
Irrumpió en mi jardín con un tropel de flores como para poner una florería: rosas, geranios, margaritas, plúmbagos, alcatraces, belenes, nomeolvides, y esta enredadera de voluptuoso nombre, jazmín de Arabia, cuyas florecillas blancas perfuman media ciudad, y con viento favorable toda.
Me alegra ver este glorioso Technicolor de cálices y pétalos. Tiene los mil colores de la vida, desde el blanco de la inocencia hasta el rojo de la sensualidad. Se diría que por aquí pasó un arco iris y se enredó en las tapias del jardín.
Por la mañana le doy los buenos días a la asamblea floral, y a la caída de la tarde me despido de ella. En la noche, a través de la ventana abierta, sueño el aroma del huele de noche.
Mi jardín es pequeño, y sin embargo en él cabe el milagro de la belleza. Cada brizna de hierba es un prodigio; cada hoja de árbol una maravilla.
Sentiría yo este encierro de no ser porque en mi jardín tengo todo el universo.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
“…Escasea la cerveza…”
Un borrachito exclamó
en su loco desvarío:
“¡Que falte el agua, Dios mío,
pero la cerveza no!”.