Elvirita Arocha se llamaba, y tenía la razón perdida. Su mansa locura era de amor. Vivía sola en la casa que sus padres le dejaron. En el tiempo en que yo la conocí debe haber andado por los 50 años. De día habitaba en los terrenos de la realidad: arreglaba su hogar, hacía las compras, charlaba con las vecinas. Era como todas. A la caída de la tarde, sin embargo, se volvía como ninguna. La poseía su amoroso sueño, y cambiaba el mundo por su mundo. Se ponía un vestido antiguo; se peinaba de bandós; se maquillaba con polvos de arroz y se coloreaba las mejillas con papel de china color rojo que mojaba en su saliva. Luego acercaba una silla de Viena a la ventana de rejas emplomadas cuyos postigos había abierto de par en par, y cuando sonaban las 8 en el reloj de la cercana Catedral se sentaba a esperar a su novio. El novio jamás llegaba. No llegaba porque no existía. Lo había inventado la pobre Elvirita, rica en sueños. Ahí estaba ella, una mano sobre la otra en el regazo; en los labios una sonrisa tenue y en los ojos una mirada de ternura, esperando, esperando siempre, un día tras otro, y así todos los días del año, al amado que sólo tenía vida en su imaginación. A las 10 de la noche se levantaba, triste, de su silla, cerraba los postigos y apagaba la luz de la sala. A la mañana siguiente volvería a vivir. A la siguiente noche volvería a soñar. En algo nos parecemos a Elvirita Arocha. Cada sexenio volvemos a renovar nuestra esperanza, igual que cada día la renovaba ella. Nuevo León acaba de estrenar una esperanza nueva. Tomó posesión del cargo de gobernador un joven político que ganó a pulso la elección y que ya ha dado buenas muestras de prudencia y sensatez tanto en sus declaraciones y discursos como en la conformación de su Gabinete. De 33 años, Samuel García, del Movimiento Ciudadano, es el gobernante de menor edad que en su historia ha tenido la Entidad norteña. No lo conozco, pero he oído acerca de él, y de su señora esposa, excelentes comentarios. Siento afecto grande por Nuevo León, y particularmente por Monterrey. Me han dado pan para el cuerpo y amores para el alma. De la ciudad y del Estado, lo mismo que de algunos de sus municipios, he recibido distinciones que por inmerecidas agradezco más. Tengo ahí algunos de mis mejores amigos, y memorias de las que nunca se van de la memoria. Deseo que esta nueva etapa en la vida institucional de Nuevo León traiga consigo los beneficios que derivan de un buen Gobierno, honesto y eficiente. Samuel García posee las cualidades necesarias para hacer ese Gobierno. Estoy seguro de que se esforzará por no defraudar la confianza que en él han puesto los nuevoleoneses… El médico del pueblo le dijo al marido de su paciente: “No me gusta nada el aspecto de su esposa”. El otro se encalabrinó: “¿Y a poco la suya está muy buena?”… En otras ocasiones ha aparecido aquí Meñico Maldotado, joven varón con quien natura se mostró mezquina al repartir los dones de entrepierna. No obstante esa minusvalía Meñico desposó a Pompona, que a sus opimas prendas físicas añadía un conocimiento de la vida nada metafísico. La noche del connubio Meñico salió del baño y se plantó frente a su dulcinea, que lo esperaba ya en el tálamo en posición que recordaba la de la Maja Desnuda del inmortal pintor de Fuendetodos. El novio dejó caer la bata que lo cubría, una de 3.99 dólares que su señora madre le había comprado para la ocasión en el Centro de Laredo, Texas. Pompona lo vio por primera vez al natural y dos gruesos lagrimones le corrieron por las mejillas. “No me hagas caso —le dijo a su apurado maridito—. Tú me conoces, y sabes que cualquier insignificancia me hace llorar”… FIN.
MIRADOR
Jean Cusset, ateo con excepción de la primera vez que hizo el amor, dio un nuevo sorbo a su martini —con dos aceitunas como siempre— y continuó:
—Yo creo firmemente en el ángel de la guarda. El primero que tuve fue mi madre. Mi padre fue el segundo. Ángeles custodios fueron también mis dos abuelas. Católica una, librepensadora la otra, por ellas aprendí a creer y a dudar. Tanto la fe como la duda me han seguido a lo largo de la vida, y las dos me han sido sumamente útiles. Ahora mis ángeles guardianes son mi esposa, mi hija y mis tres hijos. Cuidan mis pasos —nunca los he sabido yo cuidar—; adivinan mis tristezas y se alegran con mis alegrías. Sé que aunque me conocieran no me desconocerían. Bien puede sentarse a descansar el angelito que el buen Dios puso a mi lado. Le agradezco que vea por mí —de más de un apuro me ha sacado—, pero con mi mujer y mis hijos tengo una dulce compañía que no me desampara ni de noche ni de día. No me dejen solo, porque me perdería.
Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo
a su martini. Con dos aceitunas, como
siempre.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
“…Aumenta la población de China…”
Desde Pekín a Hong Kong
billlón y medio rebasan.
Creo que no se la pasan
jugando sólo ping pong.