En su lecho de agonizante, el señor le dijo con voz feble a su mujer: “Estoy a las puertas de la muerte, Hetera. Puedes entonces hablar con la verdad. Dime, ¿alguna vez me fuiste infiel?”. “Ah no —replicó ella—. ¿Y luego si no te mueres?”… Don Agresto, campesino, perdió la vida a consecuencia de una patada de mula en el occipucio. Ante la puerta de la casa de la viuda se formó una larga fila de mujeres. Alguien le preguntó a la señora: “¿Vienen a darte el pésame?”. “No —replicó ella—. Vienen a pedirme que les preste la mula”… En el sepelio del hombre más rico de la comarca un gemebundo borrachín decía una y otra vez: “¡No somos nada! ¡No somos nada!”. Uno de los asistentes le preguntó, condolido: “¿Es usted pariente del difunto?”. “No —gimió el temulento—. Por eso lloro; porque no somos nada”… Obran en mi poder —la última vez que esa expresión se usó fue en 1945— tres colecciones de revistas. La primera es la de “Sucesos para Todos”, que publicaba don Francisco Sayrols allá a mediados del pasado siglo. La compré en Monterrey, en la insigne librería de viejo presidida desde su alto sillón por el inolvidable librero don Vitaliano Cerda. El obligado regateo que precedió a la compra fue épico, e hizo que los numerosos clientes que en ese momento se hallaban en la librería formaran corro en torno del vendedor y el comprador. Cuando acabó por fin la homérica batalla, y llegamos a un acuerdo, y nos estrechamos la mano en señal de trato, la concurrencia nos aplaudió como a dos gladiadores que libraron con igual destreza un combate en el cual no hubo vencedor ni vencido. “Sucesos” traía un crucigrama extraordinario, aunque no tan bueno como los que actualmente elaboran con habilidad y sabiduría Rafael Charles para el Grupo Reforma y el maestro de maestros Miguel Agustín Perales para Vanguardia de Saltillo. Otra colección poseo: la del Selecciones del Reader’s Digest. Empecé a formarla desde que mi padre adquiría cada mes esa enciclopedia popular llena al mismo tiempo de entretenimiento e instrucción. Y la tercera es la del National Geographic Magazine, que recibí de la familia de don Eduardo Suess tras el fallecimiento de ese señor tan señor, el más caballeroso caballero que en mi ciudad ha habido, quien dejó dicho que su colección de esa revista me fuera entregada. En este momento se me escapa un suspiro pesaroso. Y es que me habría gustado tener también una colección de la revista “El Cuento”, editada por Edmundo Valadés. Ahora, aunque pudiera conseguirla, no tendría dónde ponerla. (Mi esposa dice que nuestra casa es una biblioteca a la que se añadieron por fuerza algunos cuartos). En cierta ocasión don Edmundo convocó a un concurso de cuento breve, y yo envié uno que mereció un premio de 100 pesos, en aquel tiempo gran fortuna para mí. Decía el dicho cuento: “’¿Te quieres casar conmigo?’. ‘No’. Y fueron felices”. Escribí también un poemilla aún más breve. Es éste: “Sí. No. Si no, sino”. La obra más emblemática de Edmundo Valadés lleva título sugestivo y ominoso. Se llama “La muerte tiene permiso”. Pues bien: en este Día de Muertos yo digo que, en efecto, con la política ésa de “abrazos, no balazos”, ciertamente en el México de la 4T la muerte tiene permiso… Don Renecio pasó a mejor vida, y su esposa y sus hijos lo estaban velando en una funeraria. De pronto los hijos fueron con su madre y le dijeron: “Mamá: parece que papá está respirando. Vamos a abrir la caja”. “Ábranla —replicó la señora, terminante—. Pero una cosa les digo: si está vivo, el que abra la caja se hará cargo de él. Yo quedé hasta la madre”… FIN.
MIRADOR
Soneto con reloj de arena…
es el hombre y, siéndolo, regresa
al polvo, su principio y su retorno.
Éste, señores, es viaje redondo:
en polvo empieza el hombre; en polvo queda.
El tiempo es polvo que sepulta todo.
Las cosas que ahora son, las venideras
y las que fueron, todas ya están muertas,
y cae polvo de tiempo en sus despojos.
Si hombre y tiempo son polvos de algún lodo,
y si todo es de tierra, hasta la tierra,
tengo, pues, mi final bien aprendido:
cuando a mi polvo se le acabe el polvo
yo iré dentro de ti, reloj de arena,
marcando el polvo en polvo convertido.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
“… Muy caras las flores en los cementerios…”
Tan elevado es su costo
que este día los vendedores
son realmente abusadores,
y en noviembre hacen su agosto.