“¡Un beso más como el que me acabas de dar y seré tuya para siempre!”. Eso le dijo Dulciflor a Libidiano en el culmen del deliquio pasional. “Entonces vámonos —deshizo el abrazo el galán—. No quiero compromisos permanentes”. (Escribió Neruda: “Amo el amor de los marineros, que besan y se van”. Pero el tal Libidiano no era marinero. Trabajaba como agente de ventas para la fábrica de jabones “La Espumosa”, S.A.)… El profesor Lorenzano, prominente zoólogo, llegó a su casa antes de la hora acostumbrada. Lo habían llamado del zoológico local a ver si podía tranquilizar a un chimpancé que estaba fuera de sí. El sabio científico sosegó al animal poniéndole en la jaula a una chimpancé, y eso abrevió considerablemente la duración de su visita, motivo por el cual, como dije, llegó a su domicilio cuando no se le esperaba. A pesar de ser científico, don Lorenzano se asombró al encontrar a su consorte en apretado concúbito carnal con un sujeto. Sin poderse contener, le espetó a su esposa estas palabras: “Vulpes vulpes!”. Tal es el nombre taxonómico de la zorra. A eso contestó la mujer: “Te agradeceré, marido, que cuando tengamos visita no uses palabras desconocidas para el común de las personas”… Don Óscar Flores Tapia fue un gran gobernador de Coahuila. Tuvo fallas —¿habrá quién no las tenga?—, pero su labor redundó en beneficios de todo orden para el Estado. Saltillo, ciudad a la que amó entrañablemente, entró gracias a él en la modernidad cuando propició la llegada de las grandes empresas armadoras de vehículos. Se le recuerda con afecto por su obra y por su carácter firme y al mismo tiempo benévolo. Sentía especial aprecio por un viejo general revolucionario. Cierto día el veterano mílite fue a verlo en su despacho de gobernador y le contó que uno de sus hijos, hombre de mala cabeza, había perdido su trabajo por causa de su irresponsabilidad y sus trapacerías. “Pero tiene esposa y cuatro hijos, Oscarito. ¿Podrías darle alguna chamba, la que sea, para que al menos él y su familia tengan qué comer?”. “Cuente con eso, general —respondió al punto el gobernador-. Dígale a su hijo que venga mañana mismo a hablar conmigo”. Al día siguiente se presentó el sujeto con el rabo entre las piernas. “Mira, cabrón —le dijo don Óscar, terminante—. Por el cariño que le tengo a tu padre voy a darte empleo. Te nombraré mi asesor. Pero una cosa sí te digo: si alguna vez se te ocurre asesorarme vas a ir a chingar a tu madre”. Ojalá nuestro Presidente llegue bien asesorado a las reuniones que tendrá en la ONU, pues lleva la representación de México ante el mundo. Hay asesores que no sirven, como el de Flores Tapia, pero hay otros cuyo consejo conviene siempre oír. Esperemos que AMLO oiga a los suyos, y que no salga con otra de las suyas… “Quiero una habitación con cama king size para mi esposa y para mí”. Don Algón, ejecutivo de empresa, pidió eso en la recepción del hotel de lujo. “Lo siento mucho, caballero —se disculpó el recepcionista—. Por el momento sólo disponemos de habitaciones con cama matrimonial”. Don Algón se volvió a la dama y le preguntó: “¿Está bien así, mi vida?”. Respondió ella: “Sí, señor”… El cuento que cierra hoy el telón de esta columna es en extremo sicalíptico. Las personas de moral estricta no deben posar la vista en él, pues su pudicia sufriría mucho. Es preferible que se salten en la lectura hasta donde dice FIN. Nalgarina, vedette de carpa, estaba hablando de Frinesia, una de sus acérrimas rivales. Dijo de ella: “Tiene mucho éxito con los hombres por lo que se pone en las orejas”. Preguntó una de las coristas: “¿Qué se pone?”. Respondió escuetamente Nalgarina: “Las rodillas”… FIN.
MIRADOR
Este amigo mío sufre una gran desgracia: tiene muy buena memoria.
Yo pienso que la buena memoria es la que te permite olvidar. A mi amigo no se le olvida nada. Lo recuerda todo. Y lo que más recuerda es lo que no quisiera recordar.
El olvido es un anticipo de la muerte. Olvidar es morir un poco. Mi amigo quisiera morir por lo menos la mitad de su vida, pero no puede. Los recuerdos se lo impiden. Y son tantos los recuerdos que tiene que no puede luchar contra ellos.
Quiere olvidar, por ejemplo, a una mujer a quien amó, pues ella no lo amó a él. Imposible. No sólo recuerda cada una de sus palabras: recuerda también cada uno de sus silencios.
Compadezco a mi amigo. Tanto lo estimo que quisiera que me olvidara. Tampoco a mí puede olvidarme. Tendré que ir con él no hasta que yo muera, sino hasta que muera él.
Temo que después de la muerte seguirá recordando. Jamás descansaré.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
“… Llegarán a México, para su venta, miles de autos eléctricos…”
Leí eso por azar
y en verdad me preocupé.
Seguro la CFE
los va a monopolizar.