En torno de una mesa de cantina tres amigos hablaban de sus respectivos gustos en cuestión de ropa íntima femenina. Uno manifestó su preferencia por la lencería audaz, sensual, provocativa: brassiére de media copa; liguero, pantaletita crotchless, medias de malla. El segundo se inclinó por ropa interior tradicional, sencilla. La maja vestida de Goya, dijo, se mira más impúdica y lasciva que la desnuda. El tercero dio una opinión que sorprendió a los otros. Dijo: “A mí me gusta que la ropa íntima de la mujer sea como las series de Netflix”. “¿Cómo?” —le preguntaron sus amigos sin entender. Respondió: “Con un gran contenido humano”. (Anatole France, escritor entre mis favoritos, gustaba de las damas al estilo de las que pintó Rubens: abundosas de carnes, pródigas, ubérrimas, pletóricas. Solía decir: “Una mujer sin busto es como una cama sin almohada”)… ¡El próximo viernes! ¡Sí, el próximo viernes 31 de este mes aparecerán aquí “Los tres chistes más pelados del año”! Picardías mayores que ésas será difícil encontrar en los anales de la sicalipsis. No dejen mis cuatro lectores de leerlos… Trompetilla. Tal es el nombre que recibe un plebeyo ruido de carácter onomatopéyico que sirve para mostrar desdén o burla. Su sonido imita el de un cuesco, ventosidad o flatulencia, por lo cual la Academia le llama “pedorreta”. Hay acciones tan aberrantes, por no decir tan necias, que no merecen el honor de un análisis racional. La única respuesta que se les puede dar es una sonora trompetilla al mismo tiempo chocarrera y despectiva. Tal es el caso de la denuncia penal que Sergio Gutiérrez Luna, dirigente morenista de la Cámara de Diputados, presentó contra los consejeros del INE que votaron por aplazar la inútil y costosa consulta sobre la revocación de mandato que con sospechosa insistencia ha promovido López Obrador. La acción de Gutiérrez, políticamente bajuna y pedestre, además de rastrera, constituye un atentando contra la autonomía e independencia del organismo electoral, y tiene visos de amenaza a los consejeros que no se allanen a los dictados de AMLO. He aquí un nuevo ataque del régimen contra las instituciones que se niegan a servir de comparsa a los designios absolutistas del errático maximato bajo el cual vivimos ahora los mexicanos. Va, pues, la trompetilla o pedorreta dirigida al Gutiérrez y a su torpe acción: ¡¡¡Ptrrrrrrrrrr!!! Tan desorbitada fue esa denuncia que hasta el propio AMLO se vio en la necesidad de deslindarse de ella, cuando es de pensarse que muy probablemente le dio antes su visto bueno, pues en la 4T y su Gobierno, por llamarlo de algún modo, nada se mueve sin la omnímoda voluntad del caudillo. Los mexicanos libres debemos mantenernos vigilantes frente a las constantes embestida del régimen y sus incondicionales contra las instituciones autónomas, y reclamar de inmediato cualquier violación a la ley. Si no lo hacemos dejaremos libre el campo a quienes ponen la fuerza del Estado y la prepotencia del jefe máximo por encima de la libertad y los derechos de los ciudadanos… Pavaruso se llamaba, y se jactaba de su voz de tenor. La dicha voz era fuerte, pero poco cumplidora: de cada 10 notas le atinaba cuando mucho a tres. A veces no se sabía si estaba cantando Cielo e mar, de la ópera La Gioconda, de Ponchielli, o Mar y cielo, éxito de los Hermanos Martínez Gil. En cierta ocasión le dijo muy orgulloso a un amigo: “Canté ante el Papa”. “¿Cómo es posible?” —se asombró el tal amigo. “Sí —confirmó Pavaruso—. Estaba yo en un bar e interpreté sin acompañamiento Vesti la giubba. Un señor que estaba ahí me dijo: “Cabrón, si tú eres cantante yo soy el Papa”…
MIRADOR
Morosos días son los del final del año, lentos, lánguidos, cansinos como un poema de Verlaine.
Yo procuro que no se vaya de ellos el espíritu de la Navidad. Ayer releí, completo, el Cuento de Navidad, de Dickens. Hoy me propongo ver de nuevo —¿cuántas veces la habré visto?— esa imperecedera joya navideña de Frank Capra, It’s a wonderful life. Mañana escucharé villancicos mexicanos, los de Miguel Bernal Jiménez, los de mi inolvidable amigo y maestro Silvino Jaramillo.
Esta época, que es para mí la más bella del año, tarda mucho en llegar, y se va pronto. Revivo mis días infantiles, cuando la espera de la ansiada noche en que llegaría Santa Claus se hacía eterna, y en un instante se iba el gozo de la temporada.
Tres etapas, se ha dicho, hay en la vida de un hombre. En la primera cree en Santa Claus. En la segunda ya no cree en Santa Claus. En la tercera él es Santa Claus. Yo pasé ya las tres etapas, pero llevo todavía en mí el recuerdo de las navidades que mis padres me dieron. Ese regalo no ha desaparecido.
Todos los días deberían ser de Navidad. Todos los días deberíamos poner un nuevo Nacimiento en nuestro corazón.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
“…En enero subirá más la gasolina…”
Eso pasará, y ni modo.
Evitarlo es imposible.
Y si sube el combustible
en seguida sube todo.