Era gordo, gordísimo; era panadero y priísta. Se llamaba Perfecto Delgado. Decía de sí mismo: “Soy una contradicción viviente: ni soy perfecto ni soy delgado, y aunque pertenezco al PRI vivo del pan”. Amable personaje de mi ciudad, la oratoria política era su fuerte. Poseía voz de trueno, amplios ademanes y tres o cuatro sonorosas frases sacadas del libro “Los Titanes de la Oratoria”. Allá a mediados del pasado siglo el Partido —vale decir el gobernador— designó su candidato a la alcaldía de Saltillo. Tanta fue la alegría del designado que agarró una pea de órdago. Poseído por los espíritus del vino, que así pueden ser buenos como malos, ordenó a la banda de música municipal, que en esos momentos daba la serenata de los jueves en la Plaza de Armas, que lo siguiera, y a los acordes de una marcial marcha entró con sus partidarios y los músicos en el elegantísimo Casino de Saltillo, sancta sanctórum de las dos docenas de ricos que entonces había en mi ciudad. Dichos señores consideraban su recinto más sagrado que el de la Catedral, y fueron ipso facto a darle la queja al rey, vale decir, al gobernador. También ipso facto éste le retiró la candidatura al profanador de aquel santuario de la alta sociedad. En esos momentos había un mitin en un barrio, y don Perfecto elogiaba los méritos del candidato. Dijo de él, entre otras cosas, que muy pocas veces había sido acusado de robar. De pronto el delegado del Partido le pasó urgentemente una tarjeta: el candidato ya no era Fulano: ahora era Zutano. Impertérrito, don Perfecto dijo a la concurrencia: “¿Ya ven ustedes lo bueno que es este candidato? ¡Pos tenemos otro mejor!”. El Presidente López ha creado en forma totalmente innecesaria una tensión entre México y Panamá. Contrariando todas las formas de la diplomacia propuso a Pedro Salmerón como embajador en esa República hermana, y cuando la canciller de esa nación, en forma cortés, pero enérgica, rechazó esa designación AMLO tuvo que patrasearse —así se dice en Tabasco para no decir que reculó, cacofónica palabra—, y con su estilo pugnaz y retador dijo a los panameños, contrariamente a lo que don Perfecto dijo: “¿Ya ven lo mala que era nuestra primera propuesta? ¡Pos tenemos otra peor!”. Entiéndaseme bien. No estoy diciendo mal de Jesusa Rodríguez. La actriz ha demostrado coherencia en su activismo en favor de causas quizá controversiales, pero en las cuales ella cree firmemente, y las ha defendido a su manera, siempre con congruencia e integridad. Lo que quiero decir es que si Salmerón es un personaje polémico esa activista lo es aún más. Su designación parece obedecer al despecho y coraje de AMLO ante la evidente derrota que le infligió la digna y eficaz canciller panameña, a quien también ofendió al llamarla inquisidora. Pese a todas las aristas visibles en la propuesta de Jesusa, ya no se vería bien que Panamá la rechazara. Tendrá que aceptarla, por más que la señora carece absolutamente de experiencia diplomática, y de eso no tiene nada, al igual que su jefe. Por lo que a nosotros hace, nos queda sólo esperar que la señora se porte bien y no lleve a Panamá las estridencias que acá la han caracterizado. Recuerde que no va en representación de un partido, una facción o un régimen: va representando a México. Y México somos todos los mexicanos, que deseamos que nuestros representantes en el extranjero actúen con sindéresis. Consultaré qué es eso de “sindéresis” y luego daré un paso de costado, como Salmerón, quien al parecer quedará archivado ahora en un archivo. Seguirá, eso sí, en el presupuesto. Con tal protectora no hay nada qué temer. “Sindéresis: Discreción, capacidad natural para juzgar rectamente”… FIN.
MIRADOR
Me gustan mucho las palabras.
¡Son tantas en el diccionario y tan pocas para decir tus sentimientos!
En el principio era el Verbo. Pero de nada habría servido si no hubieran llegado después el sustantivo, el adjetivo, el artículo, el adverbio, el pronombre, la preposición, la conjunción y la interjección. Gran invento, dijo uno, fue la rueda. Sin embargo habría sido inútil, añadió, si no se hubieran inventado luego las otras tres.
La palabra —especialmente la palabra escrita— es lo que distingue al hombre del resto de los animales. Nos alegramos cuando nuestro hijo aprende a hablar. Más deberíamos alegrarnos cuando aprende a escribir. Entonces es cuando verdaderamente nace a eso que se llama humanidad.
A las palabras se las lleva el viento, dice un dicho. A las habladas quizá. Son eso: habladas. Las escritas quedan grabadas para siempre. Aunque en silencio, tarde o temprano vuelven a sonar.
Mil veces te he dicho, amor: “Te quiero”.
Pero esas palabras, dichas, están hechas de aire.
Ahora las escribo aquí: “Te quiero”.
Quedarán en esta página.
Ojalá también queden en tu corazón.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
“… La cuesta de enero permanece…”
Ya se está viendo en febrero;
continuará hasta septiembre,
y tras noviembre y diciembre
seguirá el próximo enero.